«Es de Barrio Sésamo. 400 hectómetros son más que 240 … No hay que hacer demagogia». Son declaraciones de Vicente Tirado ─secretario general del PP en Castilla-La Mancha y presidente de las cortes castellanomanchegas entre 2011 y 2015─, en las que además indica que la reserva de 400 hm³ «garantiza el agua en la región». Por otra parte, la subida del mínimo de 240 a 400 hm³ ha sido contestada desde posiciones trasvasistas por suponer un «riesgo» para el trasvase; como ejemplo de debate se puede consultar el borrador de acta de la sesión de agosto de 2013 de la Mesa del Agua de la Diputación Provincial de Alicante. Para clarificar conceptos del significado del nivel mínimo de no trasvase en los embalses de Entrepeñas y Buendía se propone una analogía con el indicador de reserva del depósito de combustible de un vehículo.
Para facilitar esta comparación, en las siguientes figuras se representa la capacidad conjunta de los embalses de Entrepeñas y Buendía como si fuera un depósito, con la aguja indicando el volumen embalsado en el momento de redacción de estas líneas. En la figura de la izquierda se representa en rojo el nivel de reserva de 240 hm³, y en amarillo el valor medio de la curva de excepcionalidad hidrológica definida en el Plan hidrológico del Tajo de 1998. En la figura de la derecha se marcan las reservas resultantes tras la legislación derivada del Memorándum:
Ya sea la zona roja un poco más ancha o estrecha, si estuviéramos conduciendo un vehículo y tuviésemos esta situación, ¿estáriamos tranquilos? Desde una posición prudente, la respuesta es «no», máxime si estuviéramos en una situación con dificultad para repostar. En ese caso, cuando la aguja empezara a apuntar al lado de la izquierda nos pondríamos en aviso y adaptaríamos el uso del vehículo a las disponibilidades de combustible, sin necesidad de acercarse a la zona naranja. Y de cara al futuro, intentaríamos estar siempre con la aguja apuntando a la parte de la derecha (por encima de la mitad del depósito).
Sin embargo, la gestión del trasvase no se realiza prudentemente. Mientras se está en la zona verde se intenta sacar el máximo, lo que provoca que la aguja entre con frecuencia en las «zonas peligrosas» (naranja y roja). Hay un fallo en el enfoque, pues el problema no es la definición del volumen mínimo bajo el cual no se trasvasa, sino explotar los embalses de Entrepeñas y Buendía manteniendo un nivel alto de existencias. De esta forma se podría desarrollar la economía de los municipios ribereños mediante la explotación de los usos recreativos, además de estar en mejor situación para afrontar periodos prolongados de escasez.
En la siguiente figura se representan los valores medio (30%) y máximo (62%) alcanzados en la explotación de trasvase (periodo 1980-2015); es significativo que el máximo corresponde al inicio del periodo y no se ha superado en los más de 35 años de explotación del trasvase.
La fijación del umbral de no trasvase en 240 o 400 hm³ (con su pléyade de transitorios forzados) es una nimiedad, casi intrascendente, que ni soluciona la sobrexplotación de la cabecera ni garantiza usos en el Tajo. El problema está en las reglas de explotación que, aparte de ser de facto la definición de excedentes, están mal concebidas. Se está desperdiciando capacidad de volumen de embalse. Perfectamente se podría tener una gestión en la que el volumen medio estuviera sobre el 60% del volumen de embalse. En teoría de juegos, sería una situación “todos ganan”, pues el trasvase sería más uniforme, habría mayor seguridad para la atención de los usos de la cuenca del Tajo y se podría desarrollar la industria turística en el entorno de los embalses. Sin embargo, la «falta de solidaridad» de los usuarios del trasvase impide cualquier planteamiento distinto a la sobreexplotación de la cabecera del Tajo.