Francisco Cabezas: agua para algunos murcianos pagada por todos los españoles
Si existe alguna persona que se ha ganado con toda propiedad una medalla por los servicios prestados a Murcia es, sin duda, Francisco Cabezas Calvo-Rubio. Es ingeniero de caminos, canales y puertos, y toda su trayectoria profesional se puede resumir en los intentos de llevar agua a Murcia desde otras cuencas hidrográficas por medio de trasvases financiados por el Estado. Lo demás de su biografía es mera contingencia.
Tuvo que mejorar su formación académica de la Escuela de Valencia adquiriendo conocimientos y habilidades en la tramitación administrativa de expedientes de contratación de la Confederación del Segura para su financiación por la dirección general de obras hidráulicas. Conocimientos y habilidades tradicionales de la Confederación del Segura, gracias a los cuales ha logrado que la inversión del Estado en infraestructuras hidráulicas en dicha cuenca haya sido y siga siendo privilegiada.
Para su ingreso en el cuerpo de ingenieros de caminos del Estado, el tribunal tuvo en cuenta estos conocimientos y habilidades, pues hubo necesidad de apoyar la fase de los ejercicios de examen. Pero, en razón a los méritos del candidato, se le colocó entre los aprobados. Este hecho no puede calificarse, en modo alguno, de injusto, pues los méritos de Francisco Cabezas, con su dedicación a tramitar propuestas de inversión que beneficiaban a Murcia, con viajes casi semanales a Madrid, fueron considerados justificación bastante.
Pero Francisco Cabezas pronto superó estos hándicaps iniciales. En un sótano de la Confederación del Segura, en la plaza Fontes, instaló unos ordenadores en los que fue acumulando «capas» de información de la cuenca. En una visita del ministro Borrell a la Confederación, le enseñaron las maravillas que hacia Paquito con los ordenadores en el sótano. El ministro (de mayor altura intelectual que desempeño político) quedó deslumbrado ante las nuevas maravillas tecnológicas. Así comenzó a brillar su estrella de experto reconocido.
Años después saltó a la Subdirección de Planificación de la dirección general del agua, para lo que se orillaron los aspectos que suponían pasar de una a otra ideología. El elevado fin perseguido (los trasvases a Murcia) superaba el estrecho ámbito de las ideas políticas. En el nuevo puesto se dedicó a dos cuestiones fundamentales: por una parte, a baipasar a su director general (cosa no excesivamente difícil dada su no fuerte personalidad), entendiéndose directamente con el ministro de turno para la magna tarea de redacción de un Plan Hidrológico nacional-murciano; por otra parte, dedicarse a su «destino vital»: diseñar el trasvase del Ebro a Murcia, de manera que los costes corriesen a cuenta del Estado y los beneficios fuesen al bolsillo de sus paisanos.
Para ello tuvo la inteligente idea de elaborar y redactar el «Libro Blanco del Agua en España», mamotreto de más de 800 páginas, en cuya elaboración se gastó toda una legislatura (4 años), y gracias al cual se solicitaron (y pagaron) los trabajos de multitud de profesionales del sector del agua, que luego se declararon favorables a los trasvases. Las conclusiones del grueso Libro estaban predeterminadas: necesidad de grandes trasvases del Ebro a Murcia. La contribución más importante del Libro a la ciencia hidrológica fue la introducción del término «déficit estructural» que, aunque pueda parecer lo contrario, no se refiere al déficit de la seguridad de alguna estructura hidráulica. No. Se refiere simplemente a que, en Murcia, las apetencias de agua barata han sido, son y seguirán siendo superiores a los recursos disponibles de bajo coste.
Supo encontrar su posición intelectual, alejada del mero «postureo». Por una parte, se dedicó a poner en valor los trabajos de otros profesionales, pero lejos de vestirse con plumas ajenas, prestó la suya para realzar los trabajos de sus colaboradores, con una escritura que, si no resulta de ágil lectura, por lo menos es eficaz por su prolijidad. Por otra parte, enseguida adoptó el papel de experto razonable y aparentemente racional, postura alejada de los sectarismos propios de intereses pecuniarios o bastardos. Ello le permite conseguir los objetivos que perseguía, objetivos que son los de llevar agua barata a su tierra y ganarse fama de sabio entre sus paisanos. Presenta el indudable mérito de desempeñar el papel de «policía bueno», con lo que ha logrado engatusar a políticos con intereses presumiblemente contrarios (caso de la presidenta de Castilla-La Mancha), pero que, en realidad, pretendían ocultar el sometimiento a intereses de partido en detrimento de los de su región.
El fracaso del Plan Hidrológico Nacional de 2001 (que se reducía en la práctica al trasvase del Ebro a Murcia), rechazado por la Unión Europea en razón a su falta de rentabilidad, no lo desanimó. Pronto se volcó en dos nuevos empeños: en primer lugar, blindar el trasvase moribundo desde la cabecera del Tajo; a continuación, conseguir financiación para abaratar hasta límites insospechados el agua desalada.
Por ahora, el primer empeño está conseguido. Francisco Cabezas ha conseguido darle la vuelta a la ley del Trasvase Tajo-Segura. Ahora, con las últimas disposiciones aprobadas (derivadas del contubernio del célebre Memorándum, obra excelsa de su magín), los embalses de la cabecera del Tajo (Entrepeñas y Buendía) han pasado «de facto» a la Confederación del Segura, cediendo graciosamente al Tajo unos volúmenes anuales tasados para sus usos, calificados de mínimos, y ni una gota más. Pero Francisco Cabezas ha tenido la habilidad de quedar como «mediador razonable», aun cuando haya arramplado con el santo y la limosna, dejando a Castilla-La Mancha con una cuarta de narices. Para ello construye razonamientos abstrusos con datos hidrológicos (eligiendo los favorables o creándolos ad hoc), utilizando un gran aparato informático para embeleso de ingenuos. Eso sí, su enorme habilidad siempre le hace poner por delante la prioridad de la cuenca cedente para, a continuación, negarle con los hechos tal prioridad en el más puro estilo del conde de Romanones.
El siguiente empeño (está en ello) es: a) que el Estado financie las obras de conexión de las desaladoras con los riegos, con repercusión meramente simbólica en las tarifas; b) que abarate hasta límites insospechados el coste del agua desalada, sin repercusión en las tarifas de la amortización de las instalaciones; c) que subvencione fuertemente los gastos de funcionamiento, intentando que la tarifa total resultante se aproximase a 0,10-0,20 euros por metro cúbico, y eso sin compromiso de compra por parte de los beneficiarios. Barra libre, que paga el Estado.
Y como broche de su actuación, una permanente lucha por sacar ventajas de las situaciones de sequía (presentadas o provocadas) mediante exenciones y subvenciones adicionales, así como puesta en marcha de mercados del agua pro domo sua. La guinda del pastel es el instituto €mediterráneo, desde donde predica urbi et orbe las maravillas que hacen en su tierra para sacar euros del agua, maravillas pagadas por todos los españoles.
Lo dicho: ¿para cuándo la medalla de hijo ilustre de Murcia que le haga justicia? Méritos los tiene ya ganados de sobra.