El trasvase Tajo-Segura, ¿una droga para el sureste?
El gran economista Keynes sostenía que las subvenciones actúan como las drogas: una vez que comienzan a utilizarse son irrenunciables y cada vez se necesitan en mayor cantidad.
La utilización del Trasvase Tajo-Segura, transfiriendo volúmenes de agua desde la cuenca alta del Tajo hacia el Sureste desde 1980 con destino a riegos, puede responsabilizarse, siguiendo a Keynes, de provocar un efecto similar: causa adicción y cada vez se requiere la utilización de cantidades mayores, alejadas de las posibilidades de la cuenca alta del Tajo.
Además, resulta que las aguas trasvasadas están altamente subvencionadas (véase la entrada Las trece subvenciones encubiertas del Trasvase Tajo-Segura y un epílogo imposible), por lo que se ha conseguido un efecto multiplicador de la adicción. Podríamos decir que se ha agravado la drogodependencia (¿o trasvasedependencia?).
El abuso de las drogas, como la del agua trasvasada fuertemente subvencionada, conduce a una situación de degradación social, económica y ambiental, como se comenzaba a señalar en «epílogo imposible» en la entrada citada anteriormente.
Han bastado unos meses con aportaciones «normales» a los embalses de cabecera del Tajo, unido al ansía de riego exacerbada de los caciques del Sindicato y al oportunismo político de los responsables de la Administración a través del desdichado Memorándum, para que los problemas de la drogadicción al agua haya causado hondos trastornos sociopolíticos en Murcia y Alicante.
El «lobby» del Trasvase y las comunidades de riegos tradicionales de la región se han enfrascado en una lucha por un «quítame allá esas pajas (de agua)», cuyo encarnizamiento supera al ridículo. La tan cacareada solidaridad que la región exigía a otras regiones por el agua, ha quedado hecha trizas. Cualquier conocedor ─aunque sea mínimamente─ de las argucias que se utilizan para separar las aguas «de la cuenca» de las «aguas trasvasadas» podría adivinar fácilmente la inevitable pugna que tarde o temprano se produciría entre estas comunidades de regantes de corte caciquil y anacrónico.
Estas argucias (que los caciques creen que son astucias) consistentes en separar teológicamente la «naturaleza jurídica» o contable entre las aguas propias de la cuenca, por un lado, y de las trasvasadas, por otro, de la «naturaleza física» común a ambas (pues ambos recursos se almacenan en los mismos embalses y circulan por los mismos cauces), se han vuelto a modo de boomerang contra los «enredas» en cuanto ha habido una escasez creada artificialmente en la región.
Los efectos de la droga no sólo han actuado sobre los adictos de agua, sino que han trastornado las relaciones institucionales (solicitudes de ceses de responsables administrativos o políticos, amenazas de «tractoradas», bajadas de pantalones o faldas de los altos responsables ministeriales, etc.). Quousque tandem abutere patientia nostra?