«El trasvase Tajo-Segura es sin duda el más conocido de cuantos funcionan en España, y es la obra hidráulica más importante del país. Pero, lejos de lo que podría pensarse, no es ni mucho menos el único. En la actualidad unos cuarenta trasvases trasfieren agua entre diferentes cuencas: solo la Cuenca del Ebro tiene ocho trasvases. Gracias a estas infraestructuras se puede garantizar el abastecimiento de la población de grandes ciudades como Alicante, Barcelona, Bilbao, Cádiz, Murcia y Valencia. Por tanto es muy posible que parte del agua que consume usted diariamente provenga de un trasvase …» (especial ABC-SCRATS de 2016), «La demonización de los trasvases. Es muy posible que muchos de los que están en contra de los mismos desconozcan que beben agua gracias a ellos, o que las frutas y verduras que consumen diariamente se cultiven gracias a un trasvase. Como dato indicar que en España funcionan unos 40 trasvases, y que ciudades como Alicante, Barcelona, Bilbao, Cádiz, Huelva, Murcia o Valencia son abastecidas por estas infraestructuras» (de «La contaminación política del agua», publicado en iAgua por Mariano Soto García). Son dos ejemplos en los que se recurre a ridiculizar a quien cuestione el Trasvase Tajo-Segura dando a entender que es equivalente a dejar grandes ciudades sedientas. Es un caso de argumentación falaz, del tipo espantapájaros u hombre de paja.
En la medicina, por ejemplo, hay diversos tratamientos en función de la patología y paciente a tratar, debiéndose buscar en cada caso la mejor alternativa, analizando los pros y contras de cada posibilidad. De igual manera, pero más sencillo, la política del agua dispone de diversas posibilidades para alcanzar la consecución de los objetivos o, en su defecto, de la solución óptima o menos mala. Un trasvase es una de estas alternativas, que tiene una serie de beneficios e impactos que han de ser tenidos en cuenta para su valoración.
El Trasvase Tajo-Segura presenta una serie de características que lo hacen peculiar. La primera es que se realiza desde la España seca, privando a gran parte del Tajo de su mayor fuente de aportaciones, como se aprecia en la siguiente figura tomada de la entrada La Ministra y el Trasvase Tajo-Segura:
Otra consideración es el volumen máximo contemplado de la transferencia, que supone un porcentaje muy alto de las aportaciones. Con el añadido de haberse cambiado de criterio con el tiempo:
- En la concepción del trasvase se planteó trasvasar el 83% de los recursos de la cabecera del Tajo (1000 hm³/año de 1200 hm³/año regulados).
- Ante la inviabilidad de esta propuesta, mientras se mejoraba la regulación del Tajo, se estableció en una primera fase un máximo 600 hm³/año de trasvase, dejando para el Tajo otros 600 hm³/año.
- Como se trata en la entrada «Tendencia decreciente de las aportaciones de la cabecera del Tajo» las aportaciones de la cabecera del Tajo han sido inferiores a las esperadas. Si se hubieran respetado el principio de la prioridad de la cuenca cedente y el criterio del anteproyecto del trasvase, la cuenca del Tajo habría tenido disponible, como mínimo, esos 600 hm³/año.
- Pero la política seguida ha sido la de restarle volumen para incrementar el trasvase, al punto de que esa cifra se haya limitado por Ley a los desembalses de referencia (365 hm³/año) introducidos, Memorándum mediante, en la Ley 21/2013.
- Es decir, la existencia del trasvase supone una reducción drástica de los recursos disponibles en la cabecera del Tajo, que condicionan la gestión de la cuenca.
Además, la forma de gestionar el trasvase, donde el ansia trasvasista se ha antepuesto a la razón, ha causado que los embalses de Entrepeñas y Buendía lleven desde 1980 en situaciones de llenado bajo. Como comparación, antes del funcionamiento del trasvase, el nivel medio de llenado era del 66%. Desde que el trasvase está en funcionamiento, es del 30 %, siempre por debajo del 60%. Esta situación de niveles bajos perjudica gravemente a los municipios ribereños de estos embalses, que han visto seriamente perjudicada su actividad turística.
Sin embargo, los beneficios se producen en una región distante, que no sufre los impactos. Además, la opción de regar con las aguas del trasvase está limitada a unas zonas regables, no al total del Sureste, habiéndose creado una casta privilegiada de regantes. A su vez, aunque nominalmente se destinen a abastecimiento parte de las aguas trasvasadas, la realidad es que en las cuencas cesionarias hay recursos suficientes para atenderlos, por lo que si no existiera el trasvase no estarían en peligro; simplemente habría menos agua de la cuenca para regar y la pérdida de una fuente de subvención cruzada (por el mismo agua, el abastecimiento paga más que el regadío).
Así, los regantes del trasvase sólo ven beneficios en la infraestructura. Disponen de una posibilidad de tener agua en un entorno de escasez a un precio por debajo del coste de amortización, mantenimiento y explotación (que está subvencionado) y sin pagar el «coste del recurso», que no está repercutido en la tarifa. Mientras, las afecciones ambientales, sociales y económicas a la cuenca del Tajo se ignoran, desprecian y ridiculizan. En estas condiciones, cuando se habla de la riqueza que genera el trasvase se induce a error. Por supuesto que para los regantes del trasvase les genera riqueza, pero a costa de unos daños y afecciones que no están valorados.
Si los beneficios del Trasvase Tajo-Segura fueran universales, podrían asumirse sus afecciones. Por ejemplo, como exageración, si con el Trasvase Tajo-Segura desapareciera el hambre en el mundo, los daños económicos, sociales y ambientales que genera serían admisibles. Sin embargo la realidad dista de esta utopía, pues del Trasvase Tajo-Segura sólo saca beneficio el lobby de regantes del trasvase. Recuérdese que los abastecimientos del trasvase no son beneficiarios, sino subvencionadores.
Por tanto, hay motivos suficientes para cuestionar el Trasvase Tajo-Segura, con independencia del número de trasvases que haya en España y su utilidad. Trasvases que no deben ser valorados globalmente, sino que hay que considerarlos caso por caso.