¿Podría reaparecer el monstruo del Lago Ness en el Mar Menor?
Los medios de comunicación han informado profusamente durante los últimos meses de la situación catastrófica del murciano Mar Menor, que se podría calificar desde el punto de vista biológico de «fuera de control», como si de un accidente nuclear se tratase.
Las causas parecen estar claras. Se trata de un interesantísimo ecosistema, con un elevado grado de biodiversidad, y con gran atractivo para el turismo y segundas residencias (La Manga, Santiago de la Ribera, etc.), que ha sido maltratado y abandonado durante décadas. Su degradación ha ido avanzando hasta presentar un estado calamitoso. El descabello lo han constituido los vertidos agrícolas procedentes de unas 20 000 hectáreas (¿ilegales?) que se llevan a cabo sin tratamiento alguno a la laguna, procedentes de los rechazos de las, al parecer, unas 300 instalaciones de desalobración (¿?) de aguas captadas por medio de pozos. Se vienen a sumar a los anteriores vertidos de aguas residuales urbanas sin depurar, cosa inconcebible en estos tiempos.
Cabe preguntar por las concesiones de las captaciones de aguas subterráneas (Confederación del Segura, CHS), por los permisos administrativos para la instalación de desalobradoras (Consejerías y Ayuntamientos), por las autorizaciones de vertido (CHS), por la vigilancia que lleva a cabo la policía de aguas (CHS), por las actuaciones de las Consejerías de Agricultura y Medio Ambiente, … ¡por tantas cosas a tantos organismos de los que se ignora las medidas que llevaron a cabo durante décadas!
Pero ahora toca contar una anécdota. Hacia 1990 (no se puede precisar el año), el entonces presiente de la Confederación del Segura, Antonio Nieto, comentaba en petit comité su preocupación por un problema al que le venía dando vueltas. Expresaba que, en la región de Murcia, existían embalses de poco fondo, sometidos en verano a temperaturas altísimas y fuerte evaporación, en los que se formaba una «sopa» constituida por una amplia variedad de productos químicos procedentes de las aguas residuales urbanas y de los drenajes de las superficies de riego (fertilizantes y pesticidas). Ante tal «caldo de cultivo» de productos químicos y bioquímicos, decía con humor que, si un día, por una situación tormentosa, cayese un rayo en aquella «sopa primigenia», podrían surgir las primeras cadenas de moléculas que dieran lugar a una nueva vida, pues no de otra forma sería ─venía a añadir─ como se originó la primera vida sobre la Tierra.
Esta jocosa anécdota nos ha dado pie al chiste del título, pues en el supuesto de creación de vida, no podemos saber si las características de la nueva criatura serían las de un monstruo como el del lago Ness o, por el contrario, reconocible por los paisanos.