Desaladoras: de innecesarias a ampliarlas
Torrentes de tinta se han vertido sobre las desaladoras, tratadas como construcciones megalómanas e innecesarias, con una gran inversión pública para que estuvieran paradas. Ante la «atroz sequía» (de gestión, que no hidrológica) que se tiene en la cabecera del Tajo se subvenciona su uso para los regantes del trasvase Tajo-Segura. Y ahora, «alcanzan el tope» de su producción y se están realizando actuaciones urgentes para incrementar su capacidad (La Verdad, 16/11/2016). En qué quedamos, ¿valen o no valen las desaladoras?
Lo primero en lo que se ha de reparar es en que la gestión del regadío del Sureste es un desastre, impropia de un país civilizado del siglo XXI. Se planteó un trasvase desde el Ebro ─pagado por todos a beneficio de unos pocos─, que fue defendido o criticado por cada partido dependiendo de si estaba en el gobierno o en la oposición. Se aprobó y se derogó, cambiándose por un ambicioso y costoso plan de desaladoras que pretendía igualar la oferta. Una vez construidas, desde el SCRATS (Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura) se argumentaba que eran muy caras y que no las iban a usar. En su lugar, consiguieron aumentar la presión sobre la cabecera del Tajo ─pasando por encima de la planificación hidrológica y de la Directiva Marco del Agua─, y sólo se han planteado recurrir a las desaladoras cuando no han podido sacar más agua del trasvase Tajo-Segura; eso sí, con subvenciones adicionales. Todo sin analizar adecuadamente cuánto cuesta disponer del agua para la agricultura y cuál es la rentabilidad que se espera obtener por cada metro cúbico de agua. Y, con dinero público, se están realizando actuaciones de emergencia para ampliar la capacidad de producción.
Es un continuo flujo de dinero público para beneficiar al lobby de regantes. Un gasto que no soluciona el problema, sino que lo alarga y agrava. Cuando la cabecera del Tajo se sitúe en nivel 2 de las reglas de explotación de forma estable, se volverán a trasvasar 456 hm³/año a precio muy bajo ─no confundir con coste real─, y el SCRATS no querrá el agua desalada, con lo que se tendrá una mayor capacidad de producción parada. Cuando la cabecera del Tajo vuelva a quedarse exhausta, volverán a exigir subvenciones para comprarla. Y así sucesivamente.
Es decir, se está empleando la desalación ─un proceso industrial─ como una solución de emergencia, que sólo se aprovecha cuando no hay más remedio. Cuando opera al máximo, lo hace a pérdidas, por debajo del coste. Es imposible que sea rentable. Pero no parece preocupar, en cuanto que el SCRATS siempre saca ganancia y para la Administración la finalidad es contentar al lobby.
La situación contrasta con otras comunidades de regantes que tienen y gestionan sus propias plantas desaladoras, que utilizan en continuo. ¿Por qué para unos es rentable y para otros no? Por una parte, hay que tener en cuenta el precio que se espera obtener de la producción agrícola, enfocada a productos de alta rentabilidad (en especial los que se sacan fuera de temporada), que alcanzan valores más altos en el mercado. Además, contemplan el coste de agua desalada como un input de entrada, gestionando las plantas para tener mayor rentabilidad. Así son plantas que no están sobredimensionadas y que funcionan a alta capacidad durante la mayor parte del tiempo.
La desalación del agua del mar es una fuente estable de suministro, pero con un coste alto. Por metro cúbico producido el coste es mayor si opera a baja capacidad, pues el coste de amortización es fijo y tiene una mayor repercusión por unidad de volumen. Si se contemplan, se ha de hacer con todas las consecuencias, debiéndose asumir el coste los usuarios, máxime al tratarse de un uso para una actividad económica. Pero en la situación actual, ¿cuáles son los compromisos firmados por el SCRATS de adquisición continua sobre las plantas ya construidas y las ampliaciones que se están realizando de urgencia?