Cuentan las crónicas que el 5 de febrero de 1927, durante la representación de «Marina» en el teatro Circo de Cartagena, el tenor Mario Cruz, tras dejar escapar un gallo y adelantándose a las protestas, se dirigió al público gritando «¡Viva Cartagena!». De esta forma logró tornar los pitos en una ovación. Desde entonces, esta expresión ─acuñada en el siglo XIX en relación con el Cantón de Cartagena durante la I República─ adquirió un nuevo significado, como ejemplo de recurso fácil para atraerse las simpatías de la audiencia a la vez que se la distrae de un asunto comprometido.
Actualmente la expresión está en desuso, si bien los políticos en Murcia ─de cualquier partido, ya sean autóctonos o estén de visita─ han encontrado una alternativa con expresiones equivalentes a «¡Viva el Trasvase!» (por ejemplo, «estaremos con los regantes», «hay un problema de sequía estructural», «ya hay un trasvase que ya se ha hecho y que creemos que debe de mantenerse», etc.). Da igual que vengan a cuento o no. Al pronunciarlas el político se gana a la audiencia, a la vez que oculta sus carencias y evita abordar los problemas reales. No se valora realizar un diagnóstico serio de la situación y plantear propuestas en la búsqueda de una política agraria sostenible en la región. Sólo vale loar los trasvases. No aporta ninguna solución pero mejora la imagen del político, que es el fin perseguido.