Francisco Cabezas, director general de la Fundación Instituto Euromediterráneo del Agua, ha dicho que los sectores agroalimentarios que se ven frenados por la escasez de agua son como un coche deportivo «perfectamente engrasado y listo para correr por la autovía, pero sin gasolina». (…)
Cabezas ha remarcado que la situación de escasez en la cuenca alta del Tajo no se debe ya a una sequía más o menos cíclica, sino que es estructural, porque la falta de lluvias es una tendencia que se repite desde hace tiempo, por lo que afirma que «el trasvase Tajo-Segura se enfrenta al desafío más importante de su historia por las bajas aportaciones», y en consecuencia, las regiones del Sureste peninsular de España «deben tomar conciencia».
A la vista de la reiterada ausencia de lluvias y la escasez de recursos hidráulicos, Francisco Cabeza ha apelado a que «no se niegue el problema», sino que hay que «asumirlo y aplicar inteligencia colectiva para buscar soluciones». (…)(Texto extraído de la noticia «Como un gran coche sin gasolina», publicada en Las Provincias el 4/6/2017)
Francisco Cabezas compara la situación del regadío en el Sureste con un coche deportivo «perfectamente engrasado y listo para correr por la autovía, pero sin gasolina». Es curiosa esta comparación, puesto que un coche deportivo es un artículo de lujo; ¿acaso no es también un lujo el modelo del regadío en el Sureste? Continuando con esta analogía, ¿se entendería que existieran subvenciones para la compra de coches deportivos o que se les pagara la gasolina entre todos, como se subvenciona el agua del Trasvase? Además, si la finalidad es circular por una autovía ¿qué ventaja tiene un coche deportivo sobre uno convencional? O bien, ¿qué se consigue subvencionando una agricultura altamente productiva en un entorno marcado por la sobreproducción y la saturación de los mercados?
El símil da para más. El deportivo se está conduciendo temeraria e irresponsablemente, pisando a fondo, sin respetar los límites, afectando y comprometiendo a terceros. Pasándose de frenada continuamente. Con consecuencias visibles y desastrosas. Por ejemplo, el acuífero del Campo de Cartagena con altas concentraciones de nitratos causada por la agricultura, con efecto sobre el Mar Menor (tanto por conexión directa entre el acuífero y el Mar Menor como consecuencia de los vertidos de las salmueras ─cargadas de nitratos─ de las plantas desalobradoras de la zona regable).
Por otra parte, el gran suministrador de esta gasolina, el trasvase Tajo-Segura no ha solucionado la escasez (antes «desequilibrio hidrológico», ahora «déficit estructural»), pero se están causando estragos en la cuenca cedente (arruinada la economía de los municipios ribereños de Entrepeñas y Buendía, los caudales en el río Tajo presentan una especie de «encefalograma plano», con deterioro ambiental de la cuenca y agravamiento de otros problemas propios). Pero no contentos con esta nefasta experiencia, se pretende extender los trasvases a otros lares, con el foco puesto principalmente en el Duero.
Son muchas décadas en las que se está confundiendo el interés de un lobby de regantes con el gran problema del agua. Lejos de solucionarse, este problema se agrava, creándose otros nuevos que no se quieren ver ni reconocer. Es hora de anteponer el interés general a los intereses particulares, con una gestión del agua en la que el regadío no sea su fin, sino que se considere como una serie de presiones (extractivas, contaminación difusa, etc.) cuyo impacto ha de minimizarse para poder conseguir los objetivos ambientales. En el caso del trasvase Tajo-Segura urge revisar completamente su gestión para que realmente se respete la prioridad de la cuenca cedente, algo que no se hace en la actualidad.