Respecto al trasvase Tajo-Segura… ¿Es necesario o se puede llegar al trasvase cero como pide Castilla-La Mancha en la negociación de ese pacto nacional por el agua?
España es el país del mundo que tiene más obra hidráulica por habitante y kilómetro cuadrado para lo bueno, lo malo y lo regular. Algunas se han convertido en relativamente imprescindibles y nadie se plantea dinamitar los grandes embalses ni eliminar grandes infraestructuras.
¿O sea, el Tajo-Segura es uno de los imprescindibles?
Habrá que redimensionarlo por lo que ya está pasando. La naturaleza lo ha hecho ya. Ha habido una explotación abusiva de la cabecera del Tajo y está arruinada. La expectativa de futuro no pasa de disponer de más de 250 hm³ al año. Si además lo que hasta ahora hemos dado por bueno como caudales ambientales, Europa nos dice que eso no es así, podemos encontrarnos con un futuro donde ese trasvase se reduzca a la mitad. (…)(Copiado de la entrevista a Pedro Arrojo Agudo publicada en eldiario.es el 23/7/2017)
Una diferencia obvia entre el derogado trasvase del Ebro y el trasvase Tajo-Segura es que el primero no está construido y el segundo sí; y está operativo. La oposición al trasvase del Ebro se hizo, de manera organizada, sobre una infraestructura en fase de proyecto, mientras que el trasvase Tajo-Segura existe y tiene sus beneficiarios, con un estatus especial propio y una serie de intereses creados y organizados. Precisamente, la derogación del trasvase del Ebro demostró el poder fáctico de estos intereses en Murcia y Alicante, con gran repercusión política regional, reflejada en las urnas; con la lección aprendida, todos los partidos políticos con aspiraciones en Murcia y Alicante hacen del agua (léase «defensa del lobby de regantes») su bandera, o al menos se esfuerzan por no aparecer perjudiciales a los intereses de los regantes. Quizás sea este el motivo, unido a un localismo o aire provinciano, que explique una oposición radical al trasvase del Ebro pero que el trasvase Tajo-Segura sea considerado como «imprescindible».
Es cierto que tras casi cuarenta años de funcionamiento del trasvase Tajo-Segura el mundo sigue existiendo, la tierra continúa girando y el cielo no se ha caído sobre la Tierra. Y también que en este tiempo el trasvase Tajo-Segura ha demostrado ser un estrepitoso fracaso. No ha cumplido las expectativas, no ya de trasvasar los 1000 hm³/año previstos en su anteproyecto, sino que apenas sobrepasa la mitad (unos 350 hm³/año; estimados ante la falta de transparencia y datos oficiales) de los 600 hm³/año planteados en la primera fase.
Sin embargo, la demanda agraria del Sureste (tanto por el incremento la superficie de regadío como por el número de cosechas al año) sí ha crecido, incluso más que las previsiones anteriores al Trasvase. Es decir, tras el trasvase Tajo-Segura se ha aumentado el déficit en el Sureste. A su vez, su incapacidad para resolver el problema se ha empleado como excusa para llevar la sobreexplotación de los recursos del Segura al límite. El deterioro del Mar Menor es un ejemplo claro de los daños colaterales del Trasvase sobre la cuenca receptora: por una parte, el desarrollo del regadío en el Campo de Cartagena, con el empleo de fertilizantes, ha ocasionado que el acuífero que tiene debajo alcance unos niveles exagerados de nutrientes (con concentraciones de nitratos superiores a los 300 mg/l, cuando el límite máximo es 50 mg/l); por otra parte, ante la necesidad de aportar recursos, amparado primero por situaciones de sequía pero manteniéndose en la gestión normal, se han realizado extracciones masivas de este acuífero con altas cargas de nutrientes, que es preciso pasar por plantas desalinizadoras y cuya salmuera contiene la mayor parte de los nutrientes, habiéndose estado vertiendo durante años al Mar Menor.
También es cierto que el trasvase Tajo-Segura supone un beneficio, aunque el mismo no es global para toda España sino se circunscribe a unos usuarios agrarios. Contrariamente a lo que nos quiere imponer la propaganda trasvasista, no beneficia a toda la población del Sureste, ni les da de beber. La cuenca del Segura tiene recursos propios para atender a su población, por lo que no depende de ningún trasvase para garantizar los abastecimientos (incluido el de turistas). Otra cuestión es que, por intereses espurios, se destinen aguas trasvasadas a la población mientras que los recursos propios se dan al regadío; pero eso no es más que una organización interna en la que los abastecimientos ceden derechos y hacen una subvención cruzada y encubierta de los regadíos.
Este uso agrario se encuentra fuertemente subvencionado, tanto por las tarifas del Trasvase (véase «Las trece subvenciones encubiertas del Trasvase Tajo-Segura y un epílogo imposible») como por otro tipo de prebendas (exenciones del pago de cuotas, subvención directa a la compra de agua desalada, construcción de obras de urgencia, etc.). De eta forma se encuentran en una posición de desleal ventaja competitiva respecto a otros productores agrarios, que se ven seriamente perjudicados.
Por tanto, es muy cuestionable que el trasvase Tajo-Segura esté siendo beneficioso, incluso regionalmente (Sureste). Pero además hay que tener en cuenta una premisa fundamental: la preferencia de la cuenca cedente, con la condición de que todo el agua trasvasada ha de ser excedentaria. Si se hubieran trasvasado sólo excedentes reales, no habría habido impactos negativos significativos en la cuenca del Tajo, ni habría malestar social. Pero los hay: desde que opera el Trasvase, el volumen medio de llenado de Entrepeñas y Buendía es muy bajo, del orden del 30%, impidiendo el desarrollo de la industria turística ligada a los deportes acuáticos y al uso recreativo del agua en general; el caudal del río Tajo en Aranjuez se ha visto drásticamente reducido; los desembalses desde Entrepeñas y Buendía hacia el Tajo se encuentran limitados, primero de manera fáctica, pero tras el Memorándum por imperativo legal (desembalses de referencia); etc.
Para determinar el agua excedentaria sólo hay que tener en consideración los aspectos concernientes a la cuenca cedente. Ni la «grandeza de la infraestructura» del Trasvase, ni las hectáreas regadas al otro extremo tienen que ser consideradas como elemento para determinar si hay más o menos excedentes. Tampoco el llamamiento a la solidaridad interterritorial. Sólo se tendrían que considerar los aspectos del Tajo, y ese parece ser el espíritu de la disposición adicional novena de la Ley 52/1980, al encomendar que sea en el plan del Tajo donde se fije el carácter excedentario de las aguas. Los planes de 1998 y 2014 contienen disposiciones al efecto, si bien las mismas no provienen de dentro del plan sino que son imposiciones externas que no tienen en cuenta todas las variables. De hecho, en ambos casos, no se encuentran justificados en sus respectivas memorias, sino en documentos externos («Tres casos de planificación hidrológica» ─Francisco Cabezas y otros, 2000─ y «El sistema de cabecera del Tajo y el Trasvase Tajo-Segura» ─Francisco Cabezas, diciembre de 2013─). En el actual plan del Tajo (2016), ni siquiera aparece el paripé de una declaración ficticia de excedentes, puesto que la legislación posterior al Memorándum no dejó margen de maniobra, con una reglas de explotación definidas con rango de Ley (superior al de Real Decreto del plan) que son en la práctica la auténtica definición del excedente oficial, que no real.
El hecho de que no se estén trasvasando excedentes sino lo que han tenido a bien fijar intereses externos a la cuenca del Tajo, la ha supuesto una serie de graves daños económicos, ambientales y sociales. Algo que no tendría que ocurrir si realmente fueran excedentes lo que se trasvasara. Se insiste en que los excedentes reales son independientes del dinero que ganen los regantes del Trasvase, de si se usan más o menos las desaladoras, de negociaciones entre comunidades autónomas o pomposos pactos del agua. Si se meten estas variables como condicionantes lo que se tiene es un cambalache, no una determinación correcta de excedentes.
No es cuestión de dinamitar ni eliminar grandes infraestructuras por capricho, pero tampoco se han de utilizar irresponsablemente causando graves daños de todo tipo simplemente por que están, han resultado muy caras o hay un lobby beneficiado. Puesto que el trasvase Tajo-Segura ha resultado ser un fiasco, lo mejor es reconocerlo, aceptarlo y realizar una gestión racional, aunque esto signifique dejar de utilizarlo.
El trasvase Tajo-Segura es prescindible. Al igual que un político o pseudo-político con doble discurso sobre los trasvases según afecte a su terruño o influya en sus expectativas de voto.