¿Es el agua el principal problema de Murcia?
Al presidente del gobierno murciano el pacto nacional del agua le parece poco; quiere un cambio en la Constitución («López Miras pide a Rajoy una reforma constitucional que garantice el agua», eldiario.es, 16/11/2017). Cree que «La Constitución debería tener un 155 para el agua» (La Razón, 18/11/2017) «que permita al Estado hacer lo que tenga que hacer para garantizar el agua a todos los españoles». Considera que «El gran reto de España es asumir una gestión integral del agua por parte del Estado, como se hace con la energía» (nota de prensar de la CARM del 29/11/2017). Estos desvaríos parten de una premisa: «el agua es el problema más grave que tenemos». Lo que lleva a preguntarnos por la objetividad de esta afirmación. Realmente, ¿es el agua el principal problema de Murcia?
En el «Barómetro Social de la Región de Murcia 2016» (elaborado por Murcia Seniors Club), el agua no figura entre los tres principales problemas percibidos por los murcianos. Apenas fue considerado por el 16% de los encuestados. No parece que la población murciana comparta la percepción de su presidente.
Más adelante volveremos con el análisis que se hace en el barómetro de la percepción social del agua.
Antes de proseguir, hay que contextualizar qué es lo que entiende el presidente del gobierno murciano por el agua. Por sus intervenciones, se desprende que limita el agua a su disponibilidad para el uso agrario. Una perspectiva que considera al agua únicamente como elemento de producción para el regadío.
Aunque la propaganda trasvasista y las líneas editoriales de los medios regionales pretenden crear la sensación de que la economía murciana está impulsada por un regadío altamente tecnificado, los datos económicos ponen en evidencia que el sector primario (del que el regadío es una parte) tiene un peso reducido en la economía de la región.
Como ejemplo, se pueden tomar los resultados de la última encuesta de población activa (EPA) en Murcia, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El sector servicios absorbe más de la mitad de la población activa, mientras que el paro, con un 18%, supera al empleo de la agricultura (12%) en la Región de Murcia. Este valor elevado del desempleo explica que el paro sea considerado como el principal problema de la región por la amplia mayoría (70%).
Conforme a los datos de la EPA, más de la mitad de los parados en la Región de Murcia son de larga duración o están en búsqueda de su primer empleo. En el resto de parados es de destacar el peso del paro en la agricultura respecto a los otros sectores. Este peso se pone de manifiesto si se calcula un índice de paro por sector (cociente ente parados y la suma de trabajadores más parados del sector), en el que la agricultura, con un 16,46% es con diferencia el sector con más paro.
Otra vía para ver el escaso peso de la agricultura en la economía murciana es a través de la contabilidad regional, también elaborada por el INE. El peso del todo el sector de la «Agricultura, ganadería, silvicultura y pesca» (de la que el regadío es sólo una parte) está por debajo del 5% del PIB de la región. A lo largo del siglo XX, siguiendo la tendencia nacional, su peso se fue reduciendo. En el caso de Murcia, en los años anteriores a la crisis, se aprecia una pérdida de peso del sector primario en beneficio de la construcción y el sector de los servicios. Durante la crisis, crece ligeramente, absorbiendo parte de la pérdida producida en la construcción.
La contabilidad regional da también datos relativos al empleo, si bien se aprecian diferencias significativas respecto a la EPA, anteriormente mostrada. Se limita el empleo de la agricultura al 10%, con una variación en el tiempo menos apreciable que la que se da en el PIBA partir de los datos de salario y empleo asalariado (por personas y por horas) de la contabilidad regional, se pueden extraer los salarios medios (anual por persona, y por hora trabajada) que se muestran en las siguientes figuras. A pesar de ser una «agricultura de vanguardia» y un «regadío altamente tecnificado», el salario medio del sector primario es el más bajo de los sectores, poco mayor de la tercera parte del salario medio y muy próximo al salario mínimo interprofesional.Estos salarios bajos demuestran la baja consideración por el trabajo asalariado del campo. A lo que se une la alta tasa del paro del sector. Son trabajadores y familias condenados a vivir cerca o por debajo del umbral de la pobreza. Al respecto, con datos de la «Encuesta de Condiciones de Vida» del INE (2016), la Región de Murcia presenta malos indicadores de «riesgo de pobreza o exclusión social», peores que la media española:
Murcia | España | |
Tasa de riesgo de pobreza o exclusión social (indicador AROPE) | 34,80% | 27,90% |
En riesgo de pobreza (renta año anterior a la entrevista) | 28,90% | 22,30% |
Con carencia material severa | 9,50% | 5,80% |
Viviendo en hogares con baja intensidad en el trabajo (de 0 a 59 años) | 13,40% | 14,90% |
Relacionando el riesgo de pobreza con los bajos sueldos medios, se puede colegir que, en las situaciones socioeconómicas actuales, apostar por la agricultura como fuente de desarrollo económico es apostar por la pobreza y la exclusión social. A su vez, estos sueldos bajos son una llamada a la economía sumergida, como vía para compensarlos, con el riesgo adicional de peores condiciones para el trabajador. Quienes los perciben están abocados a una economía de subsistencia, en muchos casos requieren el complemento de ayudas públicas, y apenas contribuyen en la dinamización económica de los otros sectores económicos.
La existencia de lobbies y la insistencia en defender la agricultura murciana hacen suponer que hay beneficios. De hecho, se presume que es altamente tecnificada, eficiente y productiva. Pero esta supuesta alta rentabilidad del regadío murciano no se traslada al empleado. Posiblemente, unos sueldos dignos sean incompatibles con la rentabilidad y subsistencia de una actividad muy vulnerable a condiciones ambientales y geopolíticas, en la que los beneficios son para el productor pero los riesgos se comparten con la sociedad (ayudas para la sequía, inundaciones, Brexit, veto ruso, exceso de producción, etc.).
A nivel estratégico, una política inteligente enfocada a la creación y mantenimiento de empleo de calidad no apostaría por la agricultura. La riqueza de la región es el bienestar de su población, no el beneficio de empresas y empresarios. Entonces, ¿por qué esta insistencia en potenciar un sector que obliga a vivir en la miseria a gran parte de sus asalariados? Parte puede explicarse por el miedo de una masa laboral poco capacitada técnicamente a cambiar a otros sectores con mejor remuneración. También están la inercia de una sociedad reticente a asimilar un cambio de economía eminentemente agraria a una post-industrial, realizado en relativamente poco tiempo; el peso de recuerdos y vivencias personales y familiares, que evocan una imagen idealizada de la realidad del campo; la falta de consciencia social de los problemas ambientales causados por la sobreexplotación del recurso, tanto en la propia región (con las afecciones al Mar Menor como ejemplo evidente) como en lugares lejanos, origen de los trasvases (caso del Tajo con el trasvase Tajo-Segura); etc..
Pero por encima de estas razones están las consecuencias de décadas de propaganda trasvasista, apoyada por los medios de comunicación regionales. Se ha conseguido inculcar la creencia en la sociedad murciana de que el trasvase Tajo-Segura forma parte de la identidad regional. Un dogma innegable e incuestionable, pero que es objeto de ataque desde fuera de la Región. Un ejemplo de esta concepción se puede encontrar en el «Barómetro social de la Región de Murcia» citado al principio. Recordemos que según los resultados de este barómetro, el agua no es percibida como uno de los tres principales problemas; ocupa el 5º lugar, con apenas un 16% de los encuestados que lo colocaron entre los tres principales problemas. Posteriormente, en el Barómetro se estudian diversos aspectos, estando la tercera parte dedicada a las «Percepciones sobre agua, infraestructuras, financiación y administraciones públicas». El análisis de la percepción sobre el agua se reduce a la pregunta «¿Cree que el trasvase Tajo-Segura está amenazada por la presión de otras comunidades autónomas?». Pregunta sesgada y tendenciosa, con un 88% de respuestas «sí» o «creo que sí», que refrendan la percepción por parte de la sociedad de un ataque externo … sobre algo que no es percibido como un problema principal. Un problema exterior permite esconder los internos, a modo de columna de humo. En esta línea, el presidente de la Región de Murcia prefiere poner el foco en el tema del agua, algo en lo que puede conseguir cierta unidad en la región y enfocar la lucha contra un «enemigo» externo. Sobre algo que no supone un problema principal para la mayoría de la sociedad, por lo que importa más la «imagen» de líder dispuesto a fajarse al máximo que lo que pueda realmente conseguir. Así, para ponerse al frente de esta lucha, y ante la carencia de ideas y soluciones eficaces, no escatima barbaridades dialécticas de rotunda sonoridad aunque sean absurdas e inviables. De paso, con esta posición intenta tapar el hueco a la escisión reciente de su propio partido, liderada por un antecesor suyo que cimentó su carrera en el simbolismo de romper la disciplina del voto «para defender el Trasvase».
No hay que centrar este comportamiento en el tema personal. Es la línea que han seguido los que le han antecedido en el cargo y les ha dado réditos, a la vez que consiguieron esconder los problemas reales de Murcia tras el paraguas de la lucha por los trasvases. La oposición ha aprendido que tiene que hacer un discurso similar para aspirar a mejorar electoralmente. Por contra, afrontar una reforma del sector agrario, buscando su sostenibilidad y una retribución digna de sus asalariados, significaría un suicidio político. La pelea se tendría que hacer en la propia región, enfrentándose a lobbies y medios de comunicación. Una batalla que estaría perdida de antemano.
Murcia es prisionera del sueño ─o pesadilla─ trasvasista. El agua no es su principal problema, ni por percepción social ni por lo que se desprende del análisis de los indicadores económicos. Pero desde el punto de vista político es más rentable enarbolar «la bandera del agua» que afrontar directamente los problemas reales. Cuando esta lucha tiene «éxito», caso del Memorándum de 2013 (¿ejemplo para el artículo 155 del agua?), lo que se consigue es empeorar aun más el desastre; consecuencia lógica cuando se antepone la irracionalidad a la realidad. Está atrapada en la tela de araña tejida por la propaganda trasvasista durante años, protegida por la falta de transparencia. Si logra escaparse, una vez libre de ataduras y bloqueos emocionales, podrá afrontar directamente sus problemas reales. Esto no significa renunciar a la agricultura, pero sí se ha de acometer una reforma en profundidad que permita su gestión en los parámetros de la sostenibilidad económica (sin dependencia de subvenciones directas ni encubiertas), ambiental (minimizando los impactos negativos, tanto en Murcia como a distancia) y social (con unas condiciones dignas para el trabajo asalariado).