Es más fácil buscar culpables que soluciones. Especialmente cuando se encuentra algo inanimado, que no puede defenderse, como es la sequía. Como abordamos en la entrada «Ministra y sequía: engaños y mala gestión», la ministra del MAPAMA no tuvo reparos en afirmar que la cuenca del Segura lleva cuatro años de sequía, camino del quinto. Línea que se sigue en la noticia «La cuenca del Segura arrastra la sequía más larga en 40 años» (ABC, 28/2/2018). Parece ser, por lo que se desprende de la noticia, que la aseveración del titular parte de la Junta de Gobierno de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). Pero, ¿realmente es la sequía más larga del Segura en 40 años?
Esa información es desmentida por los indicadores de sequía publicados en la web de la CHS. Al igual que se hizo en la entrada «Ministra y sequía: engaños y mala gestión», se representan a continuación agrupados en una única figura, extendida hasta el último dato publicado:
La figura no recoge los 40 años que menciona el titular, pero se aprecia claramente como el periodo 2005-2009 tuvo unos indicadores muy malos del sistema, por lo que no parece ser cierta la afirmación de que estamos en la sequía más larga de los últimos 40 años. Ni siquiera de los últimos 15. También se aprecia que el sistema cuenca estaba en situación de normalidad cuando se aprobó el RD 356/2015, pero no entró en alerta hasta junio de 2017, salvo fugazmente en diciembre de 2016.
El RD 356/2015 se empezó a preparar cuando la cabecera del Tajo entró en nivel 3 de las reglas de explotación. Pero como se ha comentado en entradas anteriores. a esa situación se llegó con aportaciones en la cabecera del Tajo que estaban dentro del rango de la normalidad. Es decir, se entró en nivel 3 de las reglas de explotación porque se sacaba más de las aportaciones medias de los embalses, una sobreexplotación, en este caso de la cabecera del Tajo. La gestión de sequía realizada tras la aprobación del Real Decreto no fue encaminada a disminuir la presión sobre el recurso, sino a adoptar medidas adicionales para favorecer a los regantes del trasvase Tajo-Segura, entre las que se encontraban la movilización de recursos «sin asignar» almacenados en el embalse de la Pedrera, así como una entrega extraordinaria a los regantes del Trasvase de recursos almacenados en la cuenca del Segura, ya que en ese momento el sistema cuenca se encontraba en normalidad. Es decir, la aplicación del RD 356/2015 supuso la detracción adicional de reservas de la cuenca del Segura, no una protección del recurso. Se combatió al fuego con fuego, a la sequía incrementando la sobreexplotación.
Como en la fábula del pastor mentiroso y el lobo, a esta sobreexplotación se ha unido que ha venido realmente la sequía, que se ha abordado con niveles muy bajos, tanto en la cuenca del Segura como en la cabecera del Tajo. La situación actual es «dificilísima», como afirma el presidente de la CHS, pero no porque tengamos una sequía larga, sino una sobreexplotación larga. La sequía lo que hace es poner en evidencia esta situación, y agravar sus consecuencias.
Este periodo malo pasará, deseamos que pronto. Aunque mientras se continúe con la misma gestión la situación se repetirá en el futuro. No parece que haya atrevimiento para plantear adecuadamente el problema. Más bien lo contrario, porque a la ministra le gusta presumir que se mantienen las dotaciones de riego a pesar de la sequía, mientras culpa a los ciudadanos de derrochadores (véase «Hipocresía del MAPAMA con su campaña publicitaria»).
Es más practico hablar de sequía y apelar a la fatalidad del destino, que admitir que hay una sobreexplotación que obligaría a un cambio de gestión. El problema de la cuenca del Segura y de la cabecera del Tajo es de sobreexplotación, y como tal ha de abordarse. Es perentorio cambiar el modelo, la gestión, la perspectiva. Con máxima transparencia. Seguir culpando a la sequía puede que sea rentable para que los cargos públicos puedan capear la responsabilidad mientras están en el puesto. Pero no es solución.
La solución pasa por priorizar la protección del recurso frente al uso, que debería ser disminuido en la cuantía oportuna. Sin embargo, la gestión del agua parece haberse instalado en una especie de escapismo del lenguaje, consistente en ir definiendo nuevos términos que confundan la raíz del problema y desvíen el foco de la responsabilidad en la gestión. Así, es un engaño decir que la cabecera del Tajo es excedentaria o que se trasvasan sólo excedentes cuando los niveles de la cabecera se encuentran permanentemente en niveles bajos y con asiduidad en situación de «excepcionalidad hidrológica»; incluso no hay reparo en modificar las leyes para reforzar esta trampa. Otro engaño es el de «escasez estructural», que realmente es una «sobreexplotación permanente». En términos de economía de calle, se puede traducir también como «querer vivir por encima de las posibilidades», actitud que en la práctica va asociada a un estado ruinoso, que en los términos empleados en la nueva hidrología es «sequías recurrentes».