Destacándolo en la portada, el diario La Verdad nos alerta de un nuevo problema: «El agua desalada destrozó numerosas redes urbanas cuando cerró el Trasvase» (8/5/2018). Leyendo la noticia se reconoce que el agua desalada es apta para el consumo, con mejores condiciones al tener menores niveles de salinidad, dureza y trihalometanos. Entonces, ¿dónde está el problema? En que cambia el equilibrio en los procesos de decantación y sedimentación de minerales en la tubería, y donde antes el agua dejaba depósitos de cal y hierro en el interior de la tubería, ahora los disuelve, llevándolos por una parte a los filtros de los contadores y por otra parte dejando al descubierto grietas en las conducciones que estaban «cementadas» con la porquería incrustada. Y, ¿cuál es la solución propuesta? No la mejora y renovación de las redes de distribución; la solución es reivindicar que el Trasvase es necesario para «naturalizar» el agua desmayá y mantener la costra en las tuberías.
Pero, como se indica en la noticia, el agua desalada no ha roto las tuberías, que ya se encontraban en mal estado. Simplemente, ha quitado la porquería que tapaba las grietas quedando al descubierto los daños que tenían. Pero es significativo como se retuerce el argumento para escurrir el bulto y no asumir la responsabilidad por el mal estado de las redes, llegando a defender la necesidad de meter un agua que mantenga o incremente las incrustaciones. No se reniega del agua desalada, especialmente tras haber conseguido el reconocimiento legal de una subvención permanente, sino que se intenta justificar de todas las maneras posibles, aunque sean tan absurdas como la aquí expuesta, que es necesario mezclarla con aguas del Trasvase. Un aviso para todos los que proponen la sustitución progresiva del Trasvase por agua desalada subvencionada; lo único que consiguen es lo segundo, que entre todos paguemos el agua desalada al lobby, pero el Trasvase se mantiene.
En la portada aparece también la noticia «El Ministerio permite explotar 180 pozos para paliar la sequía en el Campo de Cartagena» (La Verdad, 8/8/2018), en la que se hace eco de una tramitación ambiental en la que se reconoce el impacto que el regadío, como presión difusa, causa al acuífero del Campo de Cartagena, en el que sus «aguas superan ampliamente el umbral admisible de nitratos de 50 miligramos por litro», llegándose «a los 300» en algunas zonas … pero autoriza unas extracciones que facilitan que se mantenga la presión sobre el acuífero. Es la coherencia de la gestión del agua. Y también necesitan las aguas del trasvase Tajo-Segura para mezclar.