El brazo comercializador/exportador del lobby trasvasista alza la voz reclamando que se continúe dejando hacer a la agricultura del Campo de Cartagena («El presidente de Proexport pide que se deje de perseguir a los agricultores»; La Verdad, 17/6/2018). Su argumentación es la riqueza que generan, el dinero que ganan. Es decir, el discurso del lobby durante décadas y décadas. Pero, ¿cuánta riqueza destrozan? ¿Cuánto dinero hacen perder a otros sectores y a la sociedad? Piden no criminalizar a los regantes, para lo que desprecian y ningunean a ecólogos, ecologistas, asociaciones vecinales y a cualquiera que no comparta su discurso, en línea con la propaganda y pensamiento único del lobby.
El reciente estudio informativo sobre el Mar Menor es contundente en cuanto a su diagnóstico. Su transcendencia se encuentra magistralmente resumida y analizada por Trasiego en la entrada «El colapso ambiental del Mar Menor. Los dirigentes murcianos se pegan un tiro en la cabeza». Múltiples son las presiones que han causado el desastre, pero destaca por su magnitud el regadío desarrollado gracias al Trasvase Tajo-Segura, tanto por el agua recibida como por las expectativas generadas y su expansión permanente. ¿Debemos obviar esto ante un discurso demagógico? ¿Han de mirar las Administraciones hacia otro lado, como han hecho en el pasado, para no molestar a los señoritos?
No es cuestión de si se persigue o criminaliza al regadío del Campo de Cartagena, tarea que en todo caso compete a la fiscalía e instancias judiciales. Pero el daño ambiental al Mar Menor es evidente. Por supuesto que el fin del regadío no es causar ese daño, del que ni siquiera ha tenido una actuación directa sobre él. Pero sí que el regadío tiene su impacto sobre el terreno y sobre los recursos hídricos, en especial sobre la degradación del acuífero del Campo de Cartagena, afecciones que han repercutido en el Mar Menor. Si lo que se pretende es corregir, revertir la situación hay que empezar por eliminar las causas. De momento se ha actuado con los medios de transmisión, como ha sido prohibir los vertidos de salmuera ─cargada de nutrientes─ de la infinidad de plantas desalobradoras del Campo de Cartagena, que lo que hacían era transmitir los nitratos del acuífero ─acumulados en décadas de intensa explotación agraria─ directamente al Mar Menor. También se plantea bajar el nivel piezométrico del acuífero con extracciones cercanas a la costa para disminuir la transferencia subterránea del acuífero al Mar Menor.
Estas medidas tienen un efecto positivo, en el sentido de que reducen el impacto de la presión ─regadío del Campo de Cartagena─ sobre el Mar Menor. Pero si no se actúa sobre la causa, el deterioro sobre el territorio y el medio hídrico continúa, persistiendo por tanto el impacto sobre el Mar Menor aunque sea limitado, a la vez que continúa la amenaza. En este caso, el desastre de la laguna ha puesto en evidencia el lamentable estado del acuífero, algo que tendría que solucionarse por sí mismo, conocido por la Administración, pero que deja hacer y no toma medidas para «no molestar» a los regantes. La única medida que se aplica, para defender que se hace algo, es el código de buenas prácticas agrarias, cuya efectividad está generalmente en entredicho, pues todos los regantes están de acuerdo en que sean aplicadas … por el vecino; pero, ¿quién van a sacrificar su producción por reducir la utilización de fertilizantes? Especialmente en un entorno en el que se anteponen las ganancias económicas a la protección del medio, como presume el presidente de Proexport.
Puede verse en el Mar Menor el resultado de la espiral de insostenibilidad, causado por un ansia implacable de obtener riqueza a costa del deterioro del medio. Mientras los efectos permanecen ocultos, se continúa armando el muelle. Que la cabecera del Tajo esté esquilmada y condenada no se ve ni se quiere ver, debido al trabajo pro-lobby de la Administración y el inexorable peso electoral de cada circunscripción. Que los acuíferos estén mal no es mayor problema, pues están bajo tierra y no se ven; lo único cuando afecta al agua que se puede extraer de ellos para sacar ganancia. En realidad es riqueza que se pierde, dinero que se deja de generar, afecciones ambientales y sociales importantes, que son ignoradas para no molestar.
Un dolor de cabeza pasajero puede aliviarse con una aspirina; pero la aspirina no es la solución a cualquier dolencia. En el caso del Campo de Cartagena, las enfermedades causadas por su regadío, tanto en su terreno, bajo él (acuífero), en sus cercanías (Mar Menor) o a distancia (deterioro del Tajo por el Trasvase Tajo-Segura) son importantes, muy graves. No pueden solucionarse con aspirinas o medidas no dolorosas. ¿Se planteará una reordenación de su regadío para que entre en los parámetros de la sostenibilidad? ¿Se tomarán las medidas necesarias para reducir la presión sobre el acuífero que permita su recuperación? ¿Se adaptará la gestión del Trasvase Tajo-Segura para que no produzcan afecciones sobre el Tajo, cuenca cedente y preferente, y que los volúmenes trasvasados sean realmente excedentes aunque esto signifique una reducción drástica de los mismos?