Cumplido un mes de la toma de posesión de la ministra del MITECO (Ministerio de Transición Ecológica), no puede decirse que se haya entrado en una vorágine vertiginosa de cambios y nuevas propuestas. Ni siquiera en el aspecto formal y estético del cambio de la web. Es más, el nombramiento del Director General del Agua parece augurar una línea continuista. Cierto que tiene difícil acercarse a los niveles de despotismo de su antecesora, pero proviene de la cantera del Centro de Estudios Hidrográficos ─donde los trasvases son dogma y cuestionar el Tajo-Segura una herejía─ y entre sus logros como responsable de la evaluación ambiental se encuentran, entre otros, desentenderse del memorándum y facilitar la tramitación de planes hidrológicos y de sequías que esquivan la Directiva Marco del Agua.
El (no) cambio se ha notado en un par de entrevistas de la ministra, en las que muestra una concepción más científica de los temas ambientales que su antecesora, pero con carencia de propuestas y sin línea de acción. Sobre el agua, que ocupa una pequeña parte de sus intervenciones (¿lo será también de sus inquietudes?), se limita a unos lugares comunes, que no aclaran cuál es la política que se quiere seguir.
En esta elucubración teórica, mencionó los trasvases de manera genérica, tratándolos como algo excepcional, como así se hace en el texto refundido de la Ley de Aguas. También se refirió a la inexistencia de cuencas excedentarias, algo evidente en un país seco como España, en el que incluso las cuencas húmedas del norte han presentado problemas en la atención de sus abastecimientos en los últimos años. Por supuesto que estas palabras, a pesar de su falta de definición e inanidad, han causado revuelo en un sureste con la piel fina, con el sanedrín trasvasista rasgándose públicamente las vestiduras y desempolvando el discurso bélico. Que quede clara su posición de presión desde el principio.
Los rumores, incluso reflejados en alguna noticia, van por continuar con las negociaciones para alcanzar un pacto nacional del agua, con la única novedad de que a lo mejor se habla del trasvase Tajo-Segura. Es decir, continuar con un bla, bla, bla, pero sin hacer nada. Haciendo un símil futbolístico, llevamos tiempo en el agua jugando a un soso tiki-taka, con muchos pases pero sin profundidad. En un juego en el que participan simultáneamente numerosos equipos, pero que se pasan el balón entre todos en el centro del campo, sin opciones de gol. Se ponen de relieve los discursos grandilocuentes ─los pasecitos─, aplaudidos entusiastamente por palmeros e interesados, y con esto nos damos por satisfechos.
Cuando es necesario se toman medidas a la desesperada como en las sequías ─reales o forzadas─, consistentes en incrementar la sobreexplotación y habilitar partidas presupuestarias extraordinarias en detrimento de otras actuaciones, como la depuración; pero ni siquiera se analizan las causas, ¿para qué?. Si por algún motivo, algún insensato intenta jugar en profundidad, es brutalmente derribado, como fue el caso del borrador del plan del Tajo de 2011; en lugar de sacar tarjeta roja a los agresores ─entre los que se encontraba el árbitro-ministerio─, se les premió con un deshonesto y nefasto memorándum, para que quedara claro quien manda.
Así, en el tema del agua el cambio parece que va a consistir en seguir con la línea anterior. Continuar dejando hacer y deshacer a los intereses creados. Sin salirse de lo políticamente correcto. El objetivo principal es evitar aspavientos, no levantar críticas entre los empoderados del agua y a ser posible mantener ocupados a los críticos. No se trata de solucionar los problemas del agua, sino de que no salpique. ¿Cómo se van a concretar las medidas de depuración de los planes hidrológicos? No hay presupuesto para ellas, pero no parece ser el problema; sin embargo, se promete subvencionar agua desalada y que el lobby del Trasvase continúe sacando tajada.