En la entrevista publicada en La Verdad con el titular «El limón está de moda y vive una época dorada. Hay que evitar otra posible burbuja» (15/10/2018) se menciona la alta rentabilidad que se está consiguiendo en el limón, alcanzando incluso el 300%. Un dato positivo, agradable. Sin embargo, esta rentabilidad, ¿desde qué punto de vista está enfocada? ¿Del exportador? ¿Desde los intermediarios? ¿Desde el agricultor? Lo que está claro es que no desde un punto de vista global, contando todas las subvenciones, prebendas y daños ambientales no imputados en el coste.
Hay una queja en la entrevista sobre el grado de incertidumbre del agua, y la influencia que tiene en los cultivos de arbolado. Pero si tan rentable es, ¿por qué asumen esa incertidumbre y no adoptan las medidas adecuadas? Parte de la respuesta está en la propia entrevista, en la que se admite que parte de la producción se está desplazando a Almería, «donde parece que el agua estaría más garantizada». Garantía que viene por la desalación, asumida como parte del coste de producción. Un aviso para navegantes, que no quiere ser entendido.
Se puede tomar este caso del limón como un ejemplo singular, pero significativo. Una alta rentabilidad mientras se sobreexplotan la cabecera del Tajo y los recursos subterráneos del Segura, con graves afecciones ambientales tanto en el Tajo como en el Segura. Y las medidas que se adoptan son seguir incentivando esta sobreexplotación y subvencionando tanto el agua trasvasada como la desalada. Costes y daños para todos, para que unos afortunados obtengan altas rentabilidades.
Lamentablemente, estas rentabilidades del 300% posiblemente no son la tónica general de los cultivos del Sureste. Pero sean cuales sean, son en sí mismas un engaño si no tienen interiorizadas todos los costes. Además de una ventaja desleal respecto a otras zonas productoras. Por otra parte, el tema de la rentabilidad de la agricultura del Sureste y su capacidad para asumir el coste real del agua siempre ha sido un tema controvertido. El ejemplo más cómico, de humor negro, es que cuando se planteó el trasvase del Ebro surgieron estudios de la inteligencia local justificando que la agricultura del Sureste tenía capacidad sobrada para asumir el coste de 0,30 €/m³, e incluso mucho más. Pero cuando se planteó el agua desalada al mismo precio, estos estudios se esfumaron como en un juego de manos. E incluso hoy, casi veinte años después, se sigue tomando la mágica cifra de los treinta céntimos como referencia.
Plantear una gestión racional, no toca. Lo importante es continuar subvencionando y destrozando el medio, para que unos afortunados continúen sacando altas rentabilidades. Y cuando no lo consigan … a compensarles con compra de producciones por parte del Estado y ayudas varias.