La falta de crítica de la planificación del agua en España y la petulancia del Centro de Estudios Hidrográficos (I)
Conversaciones de sobremesa entre jubilados.
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─ Mi querido amigo, ¿estará usted al tanto del quilombo que se ha organizado con el trasvase Tajo-Segura por lléveseme usted unos hectómetros cúbicos de más o de menos? Que si nivel 3 o nivel 2. ¡Qué falta de nivel de nuestros políticos de ahora! Tanto los de la autonomía panocha como los del «misterio de la transcripción ecológica». Como diría el presidente Azaña, el problema de España sigue siendo la falta de unos cuantos políticos inteligentes.
─¡Qué quiere usted que le diga! Política y más política mezquina, a la que desgraciadamente nos estamos acostumbrando. Pero de vez en cuando aparece una voz que clama en el desierto. Ahí tiene usted a un tal Jerónimo Tristante, con un artículo en La Verdad, que pone el dedo en la llaga. Luego le doy las coordenadas del escrito(1). Viene a decir ─en apretado resumen─ que esto del agua para todos y los problemas del agua del Sureste no deja de ser un «tinglado» que se han montado los plutócratas de la región para seguir teniendo los votos cautivos, ocupando las poltronas y recibiendo el maná de las subvenciones e inversiones del Estado, que siempre han sido generosas con los murcianos.
─ Pues mire usted, acabo de leer una conferencia de Francisco Cabezas de 2013, pronunciada con motivo de los 80 años del Centro de Estudios Hidrográficos. Por si no la ha leído, le doy la referencia(2).
─ ¡Ah!, ya la recuerdo, la leí no hace mucho. Me parece que decía algo así como que «el Centro de Estudios Hidrográficos y la planificación del agua en España han sido tradicionalmente la misma cosa». ¿Qué le parece?
─ No haga mucho caso de estas cosas. Cuando se pronuncia una conferencia «circunstanciada», el conferenciante no puede por menos que elogiar a los oyentes, máxime si se trata de un público adicto. Lo sorprendente de este caso es que al conferenciante, Francisco Cabezas, no se le ha conocido en el Centro hasta la hora 25. Quiero decir que no llegó a esto de la planificación del agua a nivel nacional hasta avanzada la década de los noventa. Con anterioridad estuvo «encerrado» en su provincia murciana, en un sótano, manejando mapas con muchas capas de información de su cuenca que despertaban la admiración de los neófitos.
─ ¿Quiere usted decir que Cabezas no ha conocido hasta última hora los problemas generales del agua en España?
─ Pues sí se lo digo. Mire, su conferencia se centra en justificar el trasvase Tajo-Segura. Pues bien, no cita una sola vez a sus artífices principales, José María Martín Mendiluce y José María Pliego, lo que me hace suponer que no ha llegado a conocerlos. Toca de oído y muchas veces ha oído campanas y no sabe dónde tocan.
─ Le digo que a mí me parece algo entendido. Fíjese por ejemplo en la definición que hace de la planificación hidrológica. Dice: «planificar es ordenar y disponer». ¿Qué le parece?
─ Que desbarra. Eso no es planificar, eso es gestionar, que es otra cosa distinta. Si quiere usted una buena definición de la planificación le recomiendo, por ejemplo, la definición de Willy Brandt, canciller de la Alemania Federal a principios de los 70: «Planificar es prever, es adivinar entre las brumas del futuro el escenario posible y deseable y encontrar el camino más favorable para llegar a él».
─ También hablaba de la «Unidad Hidráulica Española», que suena a justificación de uno o varios trasvases pro domo sua, quiero decir que casualmente para su tierra.
─ Mire, Cabezas tiene una obsesión sexual a la que supedita todo lo demás: trasvasar agua para su tierra, Murcia. Todo lo demás son envoltorios para vender el producto. Lo que sucede es que les está vendiendo una burra coja a sus paisanos. Pero no le adelanto acontecimientos, que me parece que usted quiere comentar antes otras cosas.
─ Así es, efectivamente. Recordando la conferencia de Cabezas, en la que todo son alabanzas para el Centro de Estudios Hidrográficos, areópago de la planificación hidrológica en España, no dedica la más mínima crítica y mucho menos censura a todo lo que ha hecho el divino Centro. ¿Se acuerda usted de haber manejado el llamado «Inventario de Recursos Hidráulicos» de la ya lejana fecha prehistórica de 1971?
─ Sí que lo recuerdo. Se trataba de cuatro colecciones de tomos sobre precipitaciones, aportaciones, regulación y aprovechamientos hidroeléctricos de todas las cuencas hidrográficas de la península, ¿no?
─ Sí señor, buena memoria. Se acuerda seguramente de que fue llevado a cabo por unos estudiantes de últimos cursos contratados al efecto. Se acordará que contaban que se habían dedicado a coger los papeles brutos de los aforos, corregir y completar las series con una metodología simplona y arrojar los originales al cubo de la basura, con objeto de no dejar detrás «el cuerpo del delito». Uno de los mayores errores del «Inventario» es que no tuvieron en cuenta las aguas subterráneas. Se suponía que las cuencas hidrográficas eran «de hormigón». Los disparates como consecuencia de esta ignorancia en las cuencas mediterráneas y en otras como la del Guadiana, son de aurora boreal. Pero, a lo que iba. Resulta que, por ejemplo, la serie de aportaciones a los embalses de la cabecera del Tajo, Entrepeñas y Buendía, presentan dos periodos estadísticamente independientes: antes y después de la entrada en servicio del trasvase, cuando se empezaron a medir las aportaciones «con rigor». Lo que se viene ahora en llamar «Efecto 80», año en el cual, aproximadamente, se advierte que las aportaciones comienzan a venirse abajo.
─ Efectivamente, todo eso que me dice lo conozco. Pero ¿qué me quiere decir con ello?
─ Que habría que investigar si la tan cacareada «seriedad» del Centro de Estudios Hidrográficos en el manejo de las series hidrológicas podría devenir en una monumental chapuza, por no decir una gran tomadura de pelo. Me explico, ¿cómo cree usted posible que las aportaciones a los embalses a los que antes me referí, hayan pasado de unos 1400 millones de metros cúbicos anuales antes de 1980 a la mitad, unos 770, después de 1980. ¿Por ventura sucedió en esa fecha un cataclismo geológico como el de la extinción de los dinosaurios al final del Cretácico? ¿O es que, acaso, la serie anterior a esa fecha, entre 1913 y 1980, está digamos «retocada» para que la gran obra de la hidrología española, el trasvase Tajo-Segura, saliese en cuanto a posibilidades de trasvase y resultado económico como querían los proyectistas y no como el gran fiasco que ha resultado? Porque ¡ya me dirá usted! Ha resultado que la opus magnum de la hidrología española solo es capaz de cumplir una tercera parte de los objetivos para la que fue proyectada, con resultado económico negativo para la economía nacional, y eso violando la cuenca alta del Tajo, a la que han dejado imposible, y pasándose por el arco del triunfo a todas las leyes primeras que concedían prioridad a la cuenca cedente. Han tenido que convertir la cuenca alta del Tajo en un mero afluente de la cuenca «endorreica» del Segura, pasando por encima de todo lo que se les ponía por delante a los plutócratas murcianos. ¡Ha vuelto el caciquismo más rancio a nuestro país de la mano del Centro de Estudios Hidrográficos! ¿Es esto a lo que se refiere Cabezas cuando sostiene que la planificación del agua en España y el Centro de Estudios Hidrográficos son la misma cosa?
─ No se me caliente. ¿Me quiere decir, en síntesis, que el Centro de Estudios Hidrográficos viene careciendo de acierto en la planificación hidrológica de nuestro país?
─ No es que se lo quiera decir, es que lo proclamo. Como dejó dicho Antonio Estevan poco antes de su fallecimiento, la política del agua en España se reduce a magnificar los recursos y las demandas y minusvalorar los costes. ¡Esto es todo! Ahí tiene usted la predicción de que Cataluña necesitaba desde los años 70 del siglo pasado un trasvase del Ebro de unos 1400 millones de metros cúbicos anuales. No se ha hecho y no ha pasado nada. En Madrid, lo mismo. Se calculaba en la década de los años 60 que la ciudad de Madrid alcanzaría para el año 2000 los 10 millones de habitantes y necesitaría más de 2000 hm³ anuales. La realidad es que la ciudad de Madrid no ha pasado de 3 millones de habitantes y las necesidades no ya de la ciudad de Madrid sino la de la Comunidad, con unos 6,5 millones de habitantes no pasa de unos 540 hm³ al año. ¡Qué perspicacia la del Centro de Estudios Hidrográficos que había previsto abastecer la enorme demanda de agua de Madrid construyendo treinta y seis presas en las gargantas de Gredos, recogiendo el agua por medio de un canal perimetral! También diseñó un trasvase desde el Tormes, en la cuenca del Duero para Madrid. O sea, la dictadura hidráulica, disponiendo de los recursos como si el territorio nacional fuera un gran monopoly; a esto de reducía la tan proclamada «Unidad Hidráulica Española». Todo esto tenía una explicación: asignar la cabecera del Tajo para el uso exclusivo de los caciques murcianos. ¡Un genio este Cabezas!
(1) El timo del Trasvase (Jerónimo Tristante en La Verdad, 8/12/2018)
(2) El Centro de Estudios Hidrográficos (1933-2013). Conferencias conmemorativas (CEDEX, 2016)