Soy consciente, querido lector/a, que estoy en deuda contigo, porque me comprometí hace unos días en seguir con la letanía de «mantras» que hoy nos invaden. Pero a raíz de ciertas noticias que he leído en las páginas web «siamesas» del Ministerio de Agricultura y del Ministerio para la Transición ecológica, y digo tal porque tras cerca de seis meses de desarrollo por separado aún no se ha materializado completamente la división de cuestiones formales, de información, e incluso de personal, entre los respectivos Ministerios; es por ello que me refiero a ambas webs como siamesas pues comparten algunos órganos vitales y están fijadas entre ellas por algún lugar.
¿Y qué es lo que estabas leyendo? te preguntarás; pues me había detenido a ver el «argumentario» justificador de la necesidad de que el Ministerio aborde el «Libro Verde de la Gobernanza del Agua», cuestión ésta que anunció la ministra para la transición ecológica a finales de octubre tras una interpelación en el Congreso de los Diputados del grupo parlamentario de Podemos sobre la gestión pública del agua en los municipios. Y resulta ser que ese «libro verde» será la herramienta que impulse «un gran pacto social por el agua» y, también, «se elabora con el fin de radiografiar la utilización de este recurso frágil y escaso».
Pero miremos hacia atrás… sin ira, en contraposición a mi admirado Osborne (John). Larga es ya la historia de «libros blancos» en España. Si no recuerdo mal, y si mi decadente memoria no falla, la cosa empezó, como siempre, imitando a nuestros vecinos galos o a «los de más allá». Y allá por el año setenta, el ministro Villar Palasí, a la sazón responsable de la cartera de educación, se «descalzó con el «Libro Blanco de la Educación», es ocioso decir el resultado que tuvo aquel primer experimento; surgieron la EGB y las «fichas» y desde entonces la educación ha discurrido como el título del tango famoso, «Cuesta abajo».
Pero no ha sido ese el único «experimento blanco», y generalmente se han realizado con la finalidad de compilar propuestas y líneas de acción, han sido numerosas las iniciativas y aquí sólo mencionaremos algunas de ellas. A mediados de la década de los 90, en una colaboración inédita hasta entonces, el Instituto Geológico y Minero de España y la Dirección General del Agua del entonces Ministerio de Obras Públicas (y transportes, y vaya Vd. a saber) realizó el libro Blanco de las Aguas Subterráneas, hecho que propició un momento irrepetible para la Hidrogeología española, pero de cinco grandes líneas apenas se ha completado una o dos; a mayor abundamiento este libro blanco, por cuestiones editoriales está encuadernado con una tapa azul. Ya han hablado mis compañeros, de tertulia de café de provincias y de este blog con mucha más sabiduría que esta que suscribe, es la insigne «obra magna» del saber hidráulico e hidrológico nacional: el libro blanco del agua. Una colosal iniciativa que aglutinó y sintetizó el saber del mundo del agua (del Cedex) a finales de los noventa, una gran obra magna para justificar la red de trasvases por toda España y fundamentalmente desde el Ebro a Murcia. Haciendo trampas con los cálculos y con los precios para que nada quedara fuera de las expectativas de los «regantes gratis-total».
Mal de muchos… resulta ser que no somos los únicos. Los libros blancos con un probable origen británico han proliferado en todas las sociedades de nuestro entorno. Dentro del ámbito de la Unión Europea ─que de llevar a cabo iniciativas y propuestas «sabe lo suyo”─ también es frecuente la realización de «libros blancos»; a modo de ejemplo, en una búsqueda rápida por las páginas de la Comisión Europea se ha obtenido un listado de cuarenta y dos «libros blancos». Generalmente, las definiciones, desarrollos legislativos y acciones contenidas en un libro Blanco están originadas por las consultas y debates contenidos en los libros verdes cuyo objetivo es estimular una reflexión a nivel europeo sobre un tema concreto; pero en la Comisión mucho se ha de reflexionar pues en una búsqueda ligera se obtienen 158 resultados de libros verdes. Suponemos que de ahí procede el «color» del libro de la Gobernanza del agua.
Y habrá que decir, que vista la experiencia en España con «los libros de colores», mejor nos los ahorramos. Y tendremos que comentarles a la Señora Ministra y al Señor Secretario de Estado, que los problemas estructurales de la «gobernanza del agua», los incumplimientos en las obligaciones con nuestros convecinos de la Unión Europea y, entre otras cuestiones, la falta de presupuestos (sobre todo los destinados al capítulo 1, que es el que dota a las administraciones de ese personal del que actualmente carecen), nada de eso se soluciona con «libros de colores».
Quizás a la ministra le haya sonado bien ese nuevo concepto, el tan «manido» de la gobernanza ─un mantra─, y que es de reciente aplicación en estas lides del mundo del agua. Pero en mi opinión, este enfermo ─el agua─ no necesita ni más análisis ni más radiografías, el diagnóstico hace tiempo que es de sobra conocido; se precisa que de una vez por todas se aplique con rigor y sin «tibiezas» la legislación vigente, tenemos un enfermo que necesita urgentemente entrar en el quirófano para que se le extirpen los «tumores» provocados por más de treinta años de omisión de la mayor parte del contenido de la Ley de Aguas. Los problemas del agua, a estas alturas, son cuestiones que se arreglan aplicando políticas de choque; recordemos el viejo aforismo que dice que para hacer una buena tortilla «hay que cascar los huevos». Pues pónganse a cascar y batir los huevos, y déjense de literaturas. Porque Señora ministra, ni aun apurando la legislatura hasta sus últimos momentos, va a dar tiempo a que el mundo del agua deje de estar «verde» y comience a estar transparente y prístino.
Y querido lector, para terminar no quiero dejarte un mal sabor de boca con el asunto de los libros de colores y del agua verde ─con el asquito que eso da─, por ello voy a rememorar una canción tradicional mejicana que revitalizó Joan Báez, cantante norteamericana de antepasados latinos, y que se popularizó allá por el principio de los setenta; ese momento en el que en los USA los estudiantes protestaban contra la guerra de Vietnam y aquí los estudiantes corríamos como liebres por los Campus Universitarios delante de «los grises», que no solían estar muy «conformes» con las manifestaciones donde se pedía la caída del régimen de aquel general bajito y de voz aflautada; y esa canción a la que me refiero es «De colores» en homenaje al colorido de los «libros» de las políticas españolas que suelen terminar en la biblioteca del olvido.
Enlace: https://youtu.be/48vNfKUHWRw
De colores,
De colores son los pajaritos que vienen de afuera.
De colores,
De colores es el arco iris que vemos lucir.
Y por eso los grandes amores de muchos colores,
Me gustan a mí.