Metafísica hegeliana del trasvase Tajo-Segura
Cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo. Ahora, los filósofos, que siempre son los últimos en llegar a las cuestiones, han dado con el Trasvase. Y en lugar de reconocer por adelantado que la ingeniería y la filosofía son como el agua y el aceite (¿o como la leche y la mierda?) les ha dado por meter cuchara en la cuestión. Y ya veréis de lo que son capaces de decir en la muestra que se acompaña.
Se da la circunstancia que los autores que tratan del Trasvase Tajo-Segura, desde los puntos de vista jurídico, social o político, tienen la convicción de que un acuerdo entre administraciones y pseudo-administraciones (nacional, autonómicas e intereses sindicados) y una legislación ad hoc permite resolver un problema espinoso y pertinaz.
Entienden que lo que se sea capaz de recoger en leyes y normativas representa la racionalidad en cuanto al reparto del recurso. Para ello se esfuerzan en proclamar reglas imaginadas, a las que se da la apariencia científica de precisión dotándolas de algoritmos, exponentes, cifras con decimales, y otras lindezas. Es decir, en materia de agua, se construye a partir del deseo, al cual se intenta acomodar una hidrología y unos recursos de agua según convenga.
Pero resulta que, en todo lo anterior, se soslaya al recurso mismo y sus azares, que se sustituye por un desiderátum acerca de cómo debería ser el régimen hidrológico para satisfacer nuestras supuestas racionalidades. Y claro, cuando este constructo se somete a la praxis, nos enfrentamos a situaciones que se alejan velozmente de lo imaginado mediante formulaciones desafortunadas.
En conclusión: en tratando del ATS podríamos modificar la divisa hegeliana (todo lo real es racional; y lo racional, real) por una nueva: