A los ingenieros hidráulicos se les sigue atravesando el medio ambiente
La Revista de Obras Públicas, órgano de los Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en el número correspondiente a mayo de 2019 (num. 3609), presenta un editorial con el título La gestión del agua, una tarea crítica. Al pie del mismo aparece como firma: «Documento elaborado por el Think Hub de la Fundación Caminos». Primero comentaremos el contenido del documento; después diremos algo acerca del Think Hub.
El propósito del editorial se plantea claramente en los primeros párrafos, de los que entresacamos lo siguiente:
«(…) la deficiente ejecución presupuestaria de los planes de inversión en obras hidráulicas.
(…) todos los gobiernos democráticos han terminado por gastar en carreteras las partidas de obras hidráulicas que no lograban ejecutar. Pero los porcentajes de ejecución de los últimos años son escandalosos.
(…) Desde hace ya tiempo son muy pocas las obras de este tipo [presas, canales y trasvases]incluidas en los presupuestos y tampoco se ejecutan las depuradoras, ni las obras de corrección de los impactos ambientales.
Frente a este desolador panorama, ¿qué plantea el Think Hub de la Fundación Caminos? Se dedica a divagar en párrafos de «doctrina al uso», sobre cuestiones tales como amenazas debidas a las posibles sanciones de la Unión Europea por la falta de depuración de las aguas usadas; desacoples entre las distintas administraciones públicas con competencias en el agua; tensiones introducidas por la «irregularidad» climática, inundaciones y sequías que amenazan nuestra «seguridad hidráulica»; etc. Disecciona tres tipos de dificultades: falta de interés social respecto al tratamiento de la contaminación; maraña regulatoria; deficiente organización administrativa, con excesivo peso de los regantes en las confederaciones hidrográficas. Frente a estas disfunciones proponen una solución en el último párrafo del editorial:
«Pero la requerida remodelación de la gestión del agua solo se puede acometer con gestión activa y nuevas inversiones en un ámbito administrativo distinto y separado del medio ambiente. El Ministerio se creó para separar un gran volumen de construcción de la tutela de su impacto ambiental, pero la situación se ha revertido. El agua va a requerir un gran número de actuaciones y la vigilancia de sus excesos debe separarse de la ejecución. La gestión de Planes y obras deben realizarse con más rapidez y desde una instancia distinta de suficiente rango».
Acabáramos. Se trata de «revertir» la situación devolviendo las obras al Ministerio de Obras Públicas, el de siempre, con las Obras Hidráulicas en su sitio, como Dios manda. Nada de ministerios o misterios de transiciones o extinciones ecológicas, que se dedican a marear la perdiz y no sacan obras. ¡Volvamos a don Gonzalo Fernández de la Mora y su «Estado de obras»!
De lo demás, ni una palabra. No se tratan los objetivos de una nueva política del agua adecuada a nuestro tiempo; la revisión legislativa; el régimen económico-financiero; la organización para el buen gobierno del recurso y los usos; las protección del agua y su entorno ambiental; el régimen concesional; el encaje entre la Directiva Marco europea y nuestra clásica planificación de riegos; la policía de aguas; etc.
En cuanto a las obras, ¿olvidan, acaso, los miembros del Think Hub que han redactado el editorial, que nuestro ordenamiento de aguas considera las obras como mero instrumento para la obtención del recurso, siendo lo sustantivo el otorgamiento/ordenación de su concesión? Para ello el correspondiente proyecto ha de pasar por las pilas bautismales de la viabilidad técnica/compatibilidad de usos, la rentabilidad económica, la protección medioambiental y la aceptación social. Lo demás es mala literatura.
Para redactar este editorial de la Revista de Obras Públicas, ¿se ha tenido que reunir un pomposo Think Hub? ¿No posee el Colegio de Caminos unas Comisiones de trabajo, como la de Medio Ambiente, que participó en su día en cuestiones polémicas como la oposición a la circunvalación de Soria próxima a San Juan de Duero, la oposición a la carretera litoral de Doñana o la declaración del Parque Nacional de Monfragüe? ¿No habrá sido anulada y reducida al silencio por los partidarios de «la reversión» y las obras por encima de todo? Algún día habría que hacer la historia del auge y actual irrelevancia de dicha Comisión, en la que participaron ingenieros ilustres e ilustrados, libres del peso de grandes constructoras y de orientaciones políticas.
Cabe preguntarse, ¿no deberían ser los ingenieros hidráulicos los primeros custodios del medio ambiente, como proclamaba hace unos años la American Society of Civil Engineers (ASCE) estadounidense?
¿Y qué decir de la Fundación Caminos, que nos recuerda las de Bill Gates, Warren Buffet o George Soros? ¿Cuál es el peso fáctico en ella de las grandes constructoras? ¿Representa a la totalidad de los 30 000 ingenieros de caminos ─o los que fueren─ que andan por el mundo? ¿No habrá llegado la hora del relevo de influencers vintage, satisfechos de la posición que han alcanzado, poseedores de verdades inmutables, ayunos de nuevas ideas y metidos en fundaciones?