Dentro del patetismo que está demostrando el lobby del trasvase Tajo-Segura en los últimos meses al intentar realzar el cuadragésimo aniversario de la llegada de aguas del Trasvase ─que está pasando bastante desapercibido en la sociedad─, se encuentra la campaña del «ecotrasvase». Quien quiera echarse unas risas puede ver su vídeo «Ecotrasvase. La alfombra verde del Levante». O leer a su presidente en una entrevista publicada en La Verdad (8/6/2019). Una utilización retorcida del térmico «eco», empleada para dar a entender a la sociedad una finalidad y comportamiento diferente del Trasvase a la que realmente tiene. Treta publicista que no es exclusiva del SCRATS, sino que se encuentra extendida en el ámbito de la publicidad, como se indica en el siguiente párrafo extraído del artículo «Qué nos venden y qué compramos. Los trucos de la Publicidad y el Marketing» (revista Consumadrid nº11, diciembre de 2011):
La explotación de la conciencia verde
La preocupación por el medio ambiente ha cobrado especial relevancia ante la evidencia del cambio climático. Se valoran los artículos respetuosos con nuestro entorno, así que muchas marcas han comenzado a anunciar sus productos como tales, aunque no siempre lo sean. Incluso hay artículos especialmente contaminantes que se presentan como ‘verdes’. Mientras que la UE ha prohibido términos como ‘eco’ o ‘bio’ en alimentos que no cuenten con el sello oficial de la producción biológica para evitar la picaresca, muchas marcas de coches y otros productos altamente contaminantes no han dudado en lanzar campañas ofreciendo presuntas gamas ecológicas (las denominan así porque emiten algo menos de polución). Esta práctica no es nueva. El tabaco fue uno de los primeros en emplear vaqueros en medio de la naturaleza para que el consumidor olvidara las consecuencias de fumar y se quedara con la sensación de paz de los espacios naturales.(extraído del artículo «Qué nos venden y qué compramos. Los trucos de la Publicidad y el Marketing»; revista Consumadrid nº11, diciembre de 2011)
Es evidente que la finalidad del Trasvase no es ecológica. Ni tendría por qué serlo, como ocurre con la gran mayoría de las infraestructuras. De hecho, puede pensarse que estas infraestructuras no son más que una alteración del medio para poder facilitar las actividades humanas. Por ejemplo, la necesidad de movernos ha ido dando lugar a la aparición de sendas, caminos, carreteras y autopistas, con mayor afección conforme las vías permitan mayor velocidad y seguridad. Un impacto que es reducido y mitigado con la aplicación de diferentes medidas adoptadas al albur de estudios detallados enmarcados en la evaluación del impacto ambiental.
En este sentido, la propia existencia de la agricultura supone una fuerte alteración del medio, pues supone un cambio radical del mismo. Necesaria para poder mantener el volumen de población actual, que sería inimaginable que pudiera alimentarse sólo a base de recolección y caza. También pueden verse como necesarias las medidas realizadas por la humanidad para incrementar su rendimiento, tanto en lo que se refiere al producto obtenido ─al margen de las recientes técnicas ingeniería genética, la mayor parte de lo que se planta de manera tradicional es fruto de una evolución genética forzada durante siglos al ir seleccionando para la plantación las mejores variedades─, como a la forma de hacerlo con cambios en la morfología del terreno (por ejemplo, los bancales), los arados, enriquecimiento de suelo, etc. Y, con especial relevancia a lo que afecta a la gestión del agua, los regadíos.
Se insiste en que la agricultura es necesaria para poder atender la población actual. También los regadíos en zonas secas, como es gran parte del territorio español. Pero esta necesidad no se ha de confundir con que es buena en sentido ambiental. De hecho es una actividad que causa sus impactos ambientales. Además, en el caso de la Unión Europea actual, hay que tener en cuenta que esta necesidad de producción de alimentos se encuentra satisfecha, con la implantación de medidas específicas para el control de la producción. Circunstancia que da más margen para plantear una gestión sostenible de la agricultura.
Destacar sólamente unos supuestos aspectos positivos obviando todas las repercusiones negativas, como realiza el SCRATS en su propaganda, no es más que una burda manipulación y mal uso del concepto «eco». Porque además de los impactos propios de la agricultura y del regadío, el trasvase Tajo-Segura tiene otros impactos ambientales muy serios asociados, tanto en lo que se refiere a la cuenca cedente (por ejemplo, ¿dónde están los caudales ecológicos del Tajo?) o en la receptora (¿acaso la sopa verde del Mar Menor también es una ventaja ecológica? ¿Y las afecciones a los acuíferos de la cabecera del Segura?). Por otra parte, si el SCRATS defiende el valor ambiental de sus frutales, ¿por qué los pone en peligro periódicamente al sobreexplotar sistemáticamente la cabecera del Tajo?
En definitiva, el ecotrasvase no es más que otra infamia perpetrada por el SCRATS. Otro ardid publicitario. Si realmente están convencidos del término, ¿por qué no hacer una evaluación ambiental del Trasvase en el momento actual?