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Un capitalismo sin capitalistas
Comentario a la entrada «El demonio del mediodía» de Quijotero

El spot de Quijotero tiene alguna sustancia, pero como diría su progenitor Cervantes: «propone algo, pero no concluye en nada». A lo largo de su escrito, se puede detectar que el autor ataca inmisericordemente al capitalismo, pero soslaya descaradamente la crítica al mayor fraude intelectual que ha existido (y dominado intelectualmente) el siglo XX. Me refiero naturalmente al comunismo de la Unión Soviética y sus satélites. ¿Por qué esta ausencia? Me parece que Quijotero enseña la oreja del lobo rojo de Caperucita. Pero vayamos a cubrir el hueco dejado.

Cuando en octubre de 1957 la Unión Soviética puso en órbita el Sputnik 1, un escalofrío recorrió el mundo occidental, pues mostraba a la vista de todo el mundo que los comunistas se habían adelantado a los EEUU en la carrera espacial. La pregunta era inminente, ¿será verdad que los comunistas están más adelantados que los yanquis? Este adelanto se refería a las ciencias, al sistema económico e, incluso, al sistema político. Nuestro invicto Caudillo llegó a expresar (en privado) que el adelanto de los rusos se debía al hecho de que habían prescindido de la democracia y se concentraban en un mando único.

Poco tiempo después, Nikita Kruschev, presidente del Consejo de Ministros de la URSS, llegó a proclamar que la superioridad de su régimen se demostraría en los próximos años produciendo más bienes que los EEUU (incluso suntuarios) y que los ciudadanos de la Unión Soviética tendrían un nivel de vida muy superior. Es decir, un desafío en toda regla a los EEUU en su propio terreno capitalista: en la producción y en el nivel de vida.

El paroxismo llego con motivo del 50 aniversario de la Revolución de octubre de 1917. Para celebrar la efeméride y demostrar la superioridad del régimen se proclamó que el pan sería gratis en toda la Unión Soviética. El desengaño llegó enseguida: los ciudadanos alimentaban al ganado con pan gratuito y los niños sustituían las luchas de pandilla con piedras arrojándose pan. A cencerros tapados, la gratuidad desapareció.

¿Cuál fue el fallo del comunismo? Pues querer llevar a la práctica un capitalismo de Estado; esto es, un capitalismo sin capitalistas, ignorando la condición humana. O dando un paso más: un capitalismo sin capitalistas explotadores y obreros explotados, que es tanto como decir una tortilla de patatas sin huevos y sin patatas.

Comentan que cuando Manuel Fraga, al principio de la década de 1970 visitó a Franco llevándole una proposición de Ley de Asociaciones Políticas, el Caudillo le dejó exponer su teoría. Después, acompañándole hasta la puerta, le devolvió el ejemplar diciendo: «Y esto, Fraga, ¿para qué país dice usted que es?»

Querer superar a los países capitalistas en capitalismo, pero sin capitalistas, era una doctrina para el Reino de los Cielos, donde las personas se habrían convertido en seres angelicales, «el hombre nuevo». China sí ha aprendido la lección: dictadura política y capitalismo económico: ¡eso funciona, al aunar la condición humana del capitalismo con el cinismo político comunista! ¡Lo peor de cada casa! ¡Se van a enterar los de Hong Kong!

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