Mascarillas y agua

Esta pandemia nos permite ver una sociedad madura con un comportamiento mayormente ejemplar. Cierto que hay botellones, concentraciones cacerolantes y otras insensateces, con una atención mediática que entiendo se debe a su carácter de excepción o noticia. En este contexto en el que nos tenemos que adaptar a convivir con la existencia del virus en el ambiente, una de las novedades es el uso generalizado de mascarillas. Lo que me da pie a establecer ciertos paralelismos, aunque sean lejanos y forzados, con la gestión del agua.



Los entendidos coinciden en que el uso de las mascarillas no nos convierte en superhéroes ni nos hace invulnerables. Es más, nos recuerdan que, específicamente en el caso de las mascarillas quirúrgicas o las caseras, se dificulta algo el paso del virus desde el aire a nuestras vías respiratorias, pero no lo impide. Sin embargo las mascarillas quirúrgicas y las FFPII sí que se muestran eficaces para evitar que el virus salga hacia el aire desde las personas enfermas. Sobre este propiedad se basa la estrategia de protección grupal que consiste en que el uso generalizado en espacios comunes de las mascarillas sencillas nos protege, no porque nuestra mascarilla impida que nos entre el virus, sino porque las mascarillas de todos ─que somos potenciales emisores─ dificulta que el virus salga al aire.

Aquí podemos marcar un primer paralelismo, con el agua residual. Las depuradoras hacen la función de mascarilla, evitando que gran parte de nuestra porquería llegue al río. Al igual que ocurre con la mascarilla, nuestra depuradora protege a otros, especialmente quienes están aguas abajo. Un símil que se puede extender a diferentes aspectos del mantenimiento, operación y buen uso.

Otra comparación se puede establecer con los nitratos del Mar Menor. Las mascarillas para evitar las entradas de nitratos a la laguna, es decir, el grueso de las medidas que se están proponiendo, tiene una efectividad reducida. La acción ha de ser evitar meter nitratos en el medio ─acuífero y cauces naturales─. En este caso la mascarilla efectiva es reducir drásticamente los regadíos en el Campo de Cartagena, que son los que han cargado de nitratos el acuífero a lo largo de las pasadas décadas, y continúan actualmente.

El buen uso de las mascarillas ayuda a protegernos y cuidarnos como grupo, como sociedad. Mi mascarilla protege al resto y las de los demás me protegen a mí. Con el agua ─en general con los recursos naturales─ ocurre lo mismo, pues la buena gestión que hagamos de ella, tanto en la utilización de los recursos como de sus aspectos ambientales, beneficia a la sociedad. Al igual que un mal uso, sobrexplotación y demás barbaries que se realizan por parte de unos usuarios afecta negativamente a los demás.