Esta vista del embalse de Entrepeñas, con unas reservas de poco más del 50% de su capacidad, refleja su atractivo y potencial turístico. Contrasta con las lamentables imágenes que hemos visto en los últimos años del embalse vacío, con mayor extensión de tierra seca que de agua, consecuencia de la nefasta y despótica gestión del trasvase Tajo-Segura.
Porque ¿para qué sirven los embalses vacíos? En general para poco. Pero en el caso particular de Entrepeñas y Buendía para declarar sequías artificiales, con compensaciones especiales, extracciones adicionales de agua subterránea en el Segura y otras dádivas para beneficiar al lobby de regantes del trasvase. Sin embargo, hay que entender que vaciar los embalses no significa que se saque más agua, salvo las migajas de lo que se reduce la evaporación. Se abusa en la bonanza y se deja al sistema tieso en las penurias, desaprovechando las ventajas de la regulación.
Además, estos niveles bajos provocan daños ambientales y perjuicios a los municipios ribereños de Entrepeñas y Buendía, que no pueden aprovechar adecuadamente el potencial turístico y recreativo de los embalses, con grave repercusión en su desarrollo socioeconómico.
Esta imagen mostrada del embalse de Entrepeñas tendría que ser la que se viera en los años de escasez. Con mayores reservas en los años normales y de abundancia. Hay capacidad de sobra en Entrepeñas y Buendía para hacer una regulación racional, aprovechando el túnel que conecta los dos embalses. La anunciada reforma de las Reglas de Explotación del Trasvase debe ser el primer paso. A ver cómo se da.