Para sorprenderse

…la unanimidad con que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos. Diríase que los políticos son los únicos españoles que no cumplen con su deber ni gozan de las cualidades para su menester imprescindibles. Diríase que nuestra aristocracia, nuestra Universidad, nuestra industria, nuestro Ejército, nuestra ingeniería, son gremios maravillosamente bien dotados que encuentran siempre anuladas sus virtudes y talentos por la intervención fatal de los políticos. Si esto fuera verdad, ¿cómo se explica que España, pueblo de tan perfectos electores, se obstine en no sustituir a esos perversos elegidos?



Hay aquí una insinceridad, una hipocresía. Poco más o menos, ningún gremio nacional puede echar nada en cara a los demás. Allá se van unos y otros en ineptitud, falta de generosidad, incultura y ambiciones fantásticas. Los políticos actuales son fiel reflejo de los vicios étnicos de España, y aun ─a juicio de las personas más reflexivas y clarividentes que conozco─ son un punto menos malos que el resto de nuestra sociedad[*]. No niego que existan otras muy justificadas, pero la causa decisiva de la repugnancia que las demás clases sienten hacia el gremio político me parece ser que éste simboliza la necesidad en que está toda clase de contar con los demás. Por esto se odia al político más que como gobernante como parlamentario. El Parlamento es el órgano de la convivencia nacional demostrativo de trato y acuerdo entre iguales. Ahora bien: esto es lo que en el secreto de las conciencias gremiales y de clase produce hoy irritación y frenesí: tener que contar con los demás, a quienes en el fondo se desprecia o se odia. La única forma de actividad pública que el presente, por debajo de palabras convencionales, satisface a cada clase, es la imposición inmediata de su señera voluntad…


[*] Estos días asistimos a la catástrofe sobrevenida en la economía española por la torpeza e inmoralidad de nuestros industriales y financieros. Por grandes que sean la incompetencia y desaprensión de los políticos, ¿quién puede dudar que los banqueros, negociantes y productores les ganan el campeonato?

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Desocupado lector ─que diría Cervantes─: si has llegado hasta aquí, ¿no te sorprende que las anteriores palabras hayan sido escritas hace exactamente 101 años, en 1921? ¿No te parece que reflejan una situación de nuestros días? (Aunque quizá hubiese que limar algo el lenguaje que se utiliza). Se deben a la pluma de José Ortega y Gasset; proceden de su libro «España invertebrada», que, en mi modestísima opinión, es uno de sus textos los mejores y más frescos, pues corresponde al Ortega joven.

Conclusión: nada hay nuevo bajo el sol (Eclesiastés). Consérvate bueno ─siguiendo también en la despedida a Cervantes.