Durante todo el siglo XX (y aun antes) la cuenca del Segura ha sido un sumidero sin fondo de inversiones del Estado dedicadas al riego. Baste recordar el trasvase Tajo-Segura, la mayor obra hidráulica española y el mayor fiasco hidráulico de nuestro país, pues solo ha proporcionado un 30 por ciento de los objetivos proyectados. Proyecto comparable con el Canal de Castilla, el otro gran fracaso hidráulico dedicado al transporte fluvial en el siglo XIX («para sacar el trigo de Castilla por el puerto de Santander», a base de esclusas), cuando faltaba en los ríos el agua en verano por carecer de elementos de regulación y el ferrocarril se impuso a la navegación fluvial como medio de transporte. Ambos proyectos, el Canal de Castilla y el Trasvase Tajo-Segura, han sido los sueños aberrantes de nuestros «ingenieros arbitristas» (destacando en esta faceta el Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX).
Posiblemente el último arbitrismo (hasta ahora) haya sido la perdigonada de desaladoras construidas a lo largo de la fachada mediterránea, como alternativa al malhadado y frustrado trasvase del Ebro hasta Almería. Las desaladoras proporcionarán agua a las superficies abastecidas ahora por el menguante trasvase desde la cabecera del Tajo; para ello se está llevando a cabo (¿con fondos europeos?) la construcción de una red de elevación desde la costa hacia el interior. Es decir, a los costes energéticos de la desalación se le vienen a sumar los de la elevación hasta las superficies de los riegos existentes. Claro que, tanto las obras como los costes energéticos, los pagará una vez más el Estado; esto es, todos los españoles. Y es que, puestos a hacer disparates, nuestros partidos «de Estado» rivalizan en cuanto a proyectar y/o realizar los disparates hidráulicos más grandes para el solo beneficio de unos caciques que tienen secuestrada política y demagógicamente la opinión pública de la región y son maestros redomados en la captura de fondos del Estado para sus beneficios crematísticos.
Ante este desolador panorama, la cuestión que cabe plantear es si existe algún medio racional de salir del atolladero político/social/económico/agrícola/hidráulico/medioambiental en que nos hemos metido (o nos han metido unos intereses caciquiles de la región). Y hemos dado con la página web www.acuademia.com . Página en la que se expone en diversos escritos la necesidad de llevar a cabo una reconversión como la que se ha efectuado en los sectores del carbón, naval o siderúrgico. Es decir, nada nuevo en nuestro país cuando un sector queda fuera de la economía del tiempo actual. Ahí va lo escrito en Acuademia.
En el primer lugar El dilema actual de la política del agua: ¿más riegos o protección del recurso y de su entorno ambiental? (y 4ª Parte: Propuestas, reflexiones, soliloquios y divagaciones), del veterano Gregorio Villegas, al hablar del crecimiento incontrolado del regadío expone:
En definitiva: no se trata de extender la superficie cultivada o regada; al contrario, se trata de modernizar la producción y las estructuras agrarias, así como de proteger el medio ambiente. ¿Será exigible una reconversión del sector, como fue el caso de los sectores del carbón, siderúrgico o naval?
La conclusión de Los once o doce errores del trasvase Tajo-Segura, del inquieto Trasiego, es el siguiente;
Conclusión: ¿Un plan de reconversión para los regadíos del Segura? Un plan de reconversión de los regadíos representa el último «postureo» de los expertos hidrólogos al frente a «sus» regantes cuando no vislumbran otra forma de sacarle más subvenciones a la Administración. Es decir, invocando las reconversiones de los sectores navales, siderúrgicos o del carbón, se trata de que la Administración adquiera unas fincas de regadío al precio más elevado posible cuando… ya no tienen agua para regar. Da igual que los regadíos sean legales, ilegales, alegales o semipensionistas. Da igual que se tengan concesiones o no, autorizaciones o no, permisos o no. Todo se meterá en el saco de los derechos reales o inventados. Se trata de seguir ordeñando la vaca del Estado. A lo peor no queda más remedio que pasar por un plan de reconversión frente a otras soluciones de «salto hacia delante» que llevarían a mayores catástrofes, pues, nos guste o no, verum ipsum factum (la verdad son los hechos, G. Vico). Pero la operación se puede asemejar a la que se hizo anteriormente en el sector del viñedo respecto a las ayudas de la UE: se cobraba por arrancar viñas (viejas, cuando ya no había más remedio) y se volvía a cobrar por plantar cepas nuevas, burlando el objetivo del plan de reducción de los excedentes vinícolas. Por consiguiente, ¡aviso a los navegantes! Habrá que tener cuidado para que no continúe el trilerismo más descarado. En otro caso, la reconversión de los riegos del Segura, ¿no se trataría del duodécimo error?
El penúltimo párrafo de La pertinaz sequía, el derecho a recibir y la posverdad trasvasista, del mismo Trasiego, viene a decir:
Pero también habrá que ir necesariamente a la reconversión del regadío en las cuencas en que los aprovechamientos superan los recursos. De manera análoga como nuestro país afrontó las reconversiones del carbón, siderúrgica y naval. No pasa nada, no es grave y se trata de «la lógica de la situación». ¿Para cuándo un plan hidrológico/económico/agrario en la cuenca del Segura en esta dirección? ¿Se podrá aprovechar un nuevo ciclo de aguas relativamente altas para, sin urgencias, reconducir las insostenibles situaciones actuales? ¿O se seguirá tratando de apaciguar las ansias insaciables de las minorías que tienen secuestrada a la opinión pública? Cuanto más se tarde en iniciar la «nueva política agraria» más dura será la explosión de la burbuja hidro-económica.