Hace unos días tuve un sueño. Largo y pesado fue el sueño. Y como no se me olvida y me tortura en los desvelos, no tengo otro remedio que ponerlo por escrito para quitármelo de encima. Vamos allá.
Amaneció el día 24 de julio. La derecha había barrido en las elecciones del día anterior. Una servidora, a mis años, había estado pasota durante toda la campaña, por lo que no me importaba mucho el resultado. Puse la radio y hablaba el líder extremista en plan arenga de otros tiempos, de las de bigotito recortado, gafas oscuras, gritos de ritual y «el parte» de Radio Nacional de España. Decía que «¡de inmediato!« ─poniendo gran énfasis en sus palabras─ se derogaba la ley de la Memoria Democrática (¿o dijo Histórica?) y en su lugar se promulgaría una «Ley de Desagravio Nacional», añadiendo: «para corregir los graves errores del sanchismo».
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