El
último número de la Revista de Obras Públicas
(enero de 2020, núm. 3616) es un monográfico sobre la Emergencia
climática. Está muy bien que el veterano órgano de comunicación de los
ingenieros de caminos, del que se presume ser la revista no periódica de mayor
antigüedad en nuestro país, venga a tratar sobre un tema de rabiosa
actualidad. Pero otra cosa es la seriedad y profundidad con los que
distintos autores que ocupan sus páginas dedican a la cuestión.
Así
tenemos el artículo de Josefina Maestu, «La COP25 ha servido para que
entendamos mejor en España la importancia del esfuerzo de la adaptación del
agua al cambio climático», que así de largo rubrica la autora su
propio texto, lo que viene a constituir su «resumen ejecutivo». La
autora es presentada como «Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales
UAM, Máster en Planificación Territorial Universidad Politécnica de Oxford, y
Asesora del Agua del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto
Demográfico». De entrada, todos esos títulos prometen un trabajo cuando menos
interesante, aunque los temas propios del agua no figuren en su
currículo. Para verificarlo repasemos algunos de sus párrafos.
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El sociólogo germano Ulrich Beck venía a decir que no hay alternativas a la sociedad industrial; todo seguirá su curso con alteraciones mínimas. Esto viene a cuento en relación con la COP25: no se quiere escuchar nada que altere la sociedad capitalista actual con el «cuento» del agotamiento de los recursos naturales y la conservación del medio ambiente. La economía política ya ha dictaminado que la única virtud y el único valor posible en nuestro mundo es el aumento constante y sin límite de la riqueza. Y la riqueza se aumenta con el talado de los bosques (amazónicos y los otros); la extracción hasta la última gota del petróleo y gas del subsuelo, con fracking o como sea; ídem con los minerales; construyendo edificios hasta el último metro de nuestras costas y playas; y arreglando y limpiando los productos de la actividad industrial y comercial, como los accidentes de automóvil o la limpieza de ríos, mares y playas. Todo se contabiliza como aumento del PIB, único valor sagrado que resume en cifra lo que se entiende en la ciencia económica ortodoxa como la riqueza de las naciones. Después que hayamos destruido los bienes fondo (y todos los demás) y hayamos esquilmado la heredad, ya la ciencia inventará algo para seguir enriqueciéndonos. En este marco económico, los únicos sinceros son Trump y Bolsonaro; los demás decision makers lo piensan aunque no lo digan.
Aparte
de la inútil COP25, la sociedad actual se encuentra inmersa en un profundo
problema. Veamos. Para ello recorreremos las esferas conceptuales de
nuestra sociedad. Comencemos, pues, por la económica.
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Política del agua en España