“Quizá nos hicimos mayores cuando descubrimos que era el pasado el que cambiaba siempre, y que el presente seguía en general inmutable. Bastaba echar un vistazo a la llamada «transición democrática» para que nos expusiera, como en un espejo, lo mucho que había ido cambiando nuestro pasado y la resistencia del presente a transformarse.
En 1979 (…) aparecía como un encaje de bolillos con tres encajeras: Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez y el Rey. Había unos cuantos más apostados a la vera de la mesa, observando y metiendo baza, pero los que marcaban las reglas del juego eran tres.
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