En el año 2000, el Libro Blanco del Agua hablaba del «deficiente resultado que ha tenido la explotación del ATS, en relación con sus previsiones iniciales» para referirse a que el trasvase Tajo-Segura no funcionaba. El autor del Libro Blanco del Agua ─Francisco Cabezas─ marcó como culpables de la situación a la mala actuación de los gestores del Tajo, a la pertinaz sequía y a la falta de una definición legal de excedentes, eximiendo de responsabilidad a la concepción de la infraestructura. Posteriormente, el autor del Libro Blanco del Agua presume de haber solucionado la situación, gracias a haber metido en vereda al Tajo (limitando los desembalses al Tajo), a tener en cuenta las sequías en la gestión futura «tal y como ya se está haciendo mediante las reglas de explotación recientemente elaboradas» (sic) y a la definición legal de excedentes en el plan del Tajo de 1998. Nada de los daños al Tajo y a su cabecera, que sencillamente se ignoran; lo único deficiente era que los regantes del Trasvase no recibían toda el agua prometida. Con este discurso, el autor consiguió camelarse a la nomenklatura y la opinión pública. Pero parece que la Naturaleza no se leyó el Libro Blanco del Agua y no siguió los preceptos de tan prestigioso autor, siendo la realidad que después del Libro Blanco del Agua el comportamiento del trasvase Tajo-Segura fue más calamitoso.
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